Parece que ahora es mejor MI teléfono móvil, MI portátil y MI tele en la habitación; que el teléfono fijo, un ordenador en el estudio o una tele en el salón.
Con todo esto no quiero decir que no admire las mejoras en nuevas tecnologías, obviamente tener en nuestro bolsillo, en un sólo clic, información sobre cualquier tema en unos segundos, o actualización casi instantánea de la mayoría de temas, ha revolucionado nuestro entorno. Pero también creo que esta inmediatez en conseguir las cosas nos está transformando en una sociedad impaciente e individualista. Igual, opinareis lo contrario, y estoy abierta al debate, pero quería dedicar estas líneas a que reflexionemos por un momento sobre algunas de nuestras conductas más habituales.
Por ejemplo, no es raro ver en muchos de nuestros hogares un televisor en cada habitación para así no discutir por el mando, o tener más de una videoconsola para cada unos de nuestros hijos. Es habitual ver en los restaurantes a los niños comiendo delante de sus tabletas para no molestar a los adultos. Es más fácil tener "mis cosas" que compartir, negociar o razonar el uso de otras comunes.
También es fácil ver en una misma familia o grupo de amigos que cada uno se mueve en su propio coche, muchas veces es por tema de horarios o incompatibilidades, pero otras es por comodidad; ¿o no hemos oído mil veces al quedar con los amigos "no, yo ya voy con mi coche, que así vuelvo cuando quiera…"? en lugar de ceder unos u otros para regresar a la misma hora (un día por mí, otro por ti…). No es que esté abogando por una vida más ecológica, sino reflexionando sobre el nivel que estamos alcanzando de individualismo y de egocentrismo.
Por otro lado, nos ponemos impacientes si la página que estamos buscando en internet tarda más de 4 segundos en cargarse, o si nuestro amigo tarda en contestarnos a un "Wassap". Si nuestro teléfono va lento, es que toca cambiarlo por uno más nuevo. Estamos acostumbrándonos a que todo es aquí, ahora, y para mí, y si no me gusta, voy y lo cambio.
Pues resulta que no sólo actuamos así con la tecnología sino también con nuestra pareja, nuestros amigos o con la familia. Si nuestro hijo tiene mocos, y tarda más de unos días, nos impacientamos, y vamos repetidas veces al pediatra, cuando se trata de un simple catarro, que mejora igual con tratamiento que sin él. Otras veces si nuestro amigo, por ejemplo, ha perdido a su familiar, y está triste, le recomendamos que vaya a su médico y que le dé algo para mejorar, para solucionarlo ¡ya! Cuando lo que necesita es tiempo y pasar su duelo.
Y es que lo que necesitamos, en muchas ocasiones es tiempo, tiempo para curar ese catarro, para pasar el duelo, para escuchar a nuestro cuerpo cuando nos dice indirectamente, con ese dolor de cabeza tan intenso que no sé va con ningún ibuprofeno, que debemos para ese ritmo diario frenético. Pues sí, necesitamos tiempo, tiempo para escuchar a nuestros hijos cuando vienen del colegio y nos cuentan lo que han hecho mientras estamos comiendo, tiempo para enseñarles la riqueza del ser humano de relacionarse con otra gente, de diferentes edades y situaciones. Tiempo para escuchar a nuestros abuelos todo lo que tienen para contarnos, tiempo para hablar con los vecinos y saber que Margarita es nuestra vecina de enfrente, que vive sola y no tiene hijos, y hace 4 días que se ha roto la cadera, no puede ir al supermercado y no tiene nada en la nevera.
Porque lo que nos diferencia como humanos es poder relacionarnos, conocer, empatizar y respetar nuestro entorno. Igual podríamos ponernos como reto "perder" esta semana algo más de tiempo.