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OPINIÓN | Vicente Juan Segura. Obispo de Ibiza y Formentera

Domingo de Ramos

| Eivissa |

Este domingo, 29 de marzo, empieza la Semana Santa, la Semana grande, la Semana más importante del año; la semana en la que celebramos que Jesucristo nos redime y, con su resurrección, nos abre el camino para nuestra resurrección: perdonados y premiados; nadie puede darnos más porque nadie nos ama más y mejor.

En muchas parroquias de la diócesis se han ido disponiendo a la celebración del Domingo de Ramos preparando palmas y ramos de olvido que se distribuyen los fieles para participar esta mañana en la procesión.

Y la procesión esta mañana es algo maravilloso. En la Catedral hacemos esta procesión partiendo desde la Parroquia de San Pedro, el Convento de Santo Domingo, con las cofradías de la Virgen de los Dolores y la del Cristo Yacente. En las demás parroquias de Ibiza y Formentera, se lleva a cabo también la solemne procesión llevando palmas y ramos de olivo y cantando himnos y salmos, recordando y concelebrando aquella entrada de Jesús en la ciudad de Jerusalén, que había anunciado la profecía de Zacarías, entre la masa que le aplaudía y halagaba, confesándole como Señor y Mesías: "Bendito el que viene en nombre del Señor".

En aquella ocasión, mientras no faltaban los malos que preparaban la condena de Jesús, Él aparece y es reconocido por el pueblo como el Rey y Mesías anunciado por los profetas. Rey no en el sentido triunfalístico, sino en el estilo de la sencillez, de la humildad, de la mansedumbre, del servicio: no es por casualidad que Jesús entra en Jerusalén no con una carroza sino sobre un pequeño asno.

Esta procesión del Domingo de Ramos es una invitación a celebrar la realeza de Cristo y sobre todo, a expresarla en nuestra vida. Después de haber dicho: "Hosanna", después de haber acompañado a Cristo hemos de asumir el compromiso de acompañarle siempre, en los momentos de alegría y triunfo pero también en aquellos de sufrimiento y humillación. Y así, estamos preparados para la vivir y aprovechar su pasión por nosotros y por toda la humanidad.

Acompañando a Jesús con la celebración del Domingo de Ramos llevemos a nuestra casa los ramos de olivo y las palmas bendecidas. Esta piadosa y buena costumbre tiene un preciso significado religioso y ha de tener para nosotros el valor de un "signo" y de una llamada: el honrar siempre al Señor en nuestras casas con la oración y con la práctica de la fe, a vivir en las familias con la paz de Cristo, en el amor y el respeto mutuo.

Con el Domingo de los Ramos abrimos, pues, la Semana Santa, la más solemne del todo el año litúrgico, en la que la Iglesia celebra los misterios de la salvación llevados a cabo por Cristo en los últimos días de su vida terrena, comenzando por la entrada mesiánica en Jerusalén. Así como nos encontramos con Jesús en esta entrada solemne, que ese encuentro siga vivo con el testimonio de nuestra vid cristiana, individual, familiar y social.

Y prosigamos en estos días la Semana Santa. El Jueves Santo, este año el día 2 a las 10,30 de la mañana será en la Catedral la Misa crismal, en la que los sacerdotes renovaremos las promesas que hicimos el día de nuestra ordenación sacerdotal y se bendecirán los oleos del crisma, de los catecúmenos y de los enfermos. Por la tarde, en todas las iglesias tendrá lugar la Misa de la Cena del Señor, recordando que Jesús, cuya presencia se quiso eliminar, continua presente y vivo en la Eucaristía; por la noche esa presencia del Señor se hará viva en la Casa Santa.

El Viernes Santo, recorreremos el camino de la Cruz, en el rezo del Vía Crucis, y en los templos adoraremos la Cruz en la cual Cristo nos salvo con su muerte. Y en la noche del Sábado, celebraremos que Jesús ha resucitado y con su resurrección es posible también nuestra resurrección.

Aprovechemos, vivamos, disfrutemos de la Semana Santa.

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