Se ha escrito recientemente ("Ideal", Granada) que en nuestra isla «salen partidos y políticos de debajo de las piedras, como las famosas lagartijas ibicencas en peligro de extinción, por cierto, debido a la llegada masiva de serpientes en estado de hibernación en olivos. Importados. No hay, de hecho, otro lugar en España con un porcentaje tan elevado. En las Pitiusas salen a un candidato para las elecciones del 24 de mayo por cada 68 habitantes. Hay más políticos que bares, pues, a pesar de su fama, hay uno por cada 132 ciudadanos. En total, 1.286 candidatos al Parlament balear, al Consell insular y a los cinco ayuntamientos. Según Fernando Miñana, autor del trabajo que comentamos, afirma que en Sant Josep hay diez listas y 250 candidatos para 17.000 electores.
En realidad, lo más preocupante no es que los políticos y los partidos nos salgan de debajo de las piedras, sino que «las plantas tienen nuestros cinco sentidos y quince más», como ha manifestado Stefano Mancuso, director del Laboratorio Internacional de Neurobiología Vegetal ("La Vanguardia", 31 marzo 2015). Lo más angustioso, digo yo, siguiendo a Mancuso, es que "en Europa las personas válidas no están interesadas en hacer política, que se ha dejado a personas de segundo o tercer nivel».
Por otra parte, inquieta que nuestra autonomía no tenga las competencias que deberíamos tener del Gobierno central en materias vitales, como por ejemplo para construir plantas desalinizadoras y asegurar así el abastecimiento de agua potable, su depuración terciaria y aprovechar dichos caudales para regar nuestros campos; y pongo por ejemplo los de Santa Eulària y de Formentera. En cambio, las aguas residuales sin depurar se siguen vertiendo en nuestro mar para contaminar el litoral y los fondos marinos. Me refiero a unos temas de los que los aspirantes a políticos solamente se refieren muy de pasada y sin concretar. Vamos mal.
De las próximas elecciones del día 24, ya ven, me interesan sobremanera los resultados de Sant Josep, un municipio conflictivo, poco resolutivo y con problemas endémicos que todos los que han pasado por el Ayuntamiento han sido incapaces de resolver.
No tienen agua potable, pero sí la más alta contaminación acústica de Eivissa, y si no se lo creen, dense unas vueltas por Cala Jondal, con un intolerable beach club que revienta los tímpanos, o por la playa den Bossa, que podría convertirse en un Miami Beach, salvando todas las distancias, si se hicieran respetar las ordenanzas municipales y si se permitiera realizar una inversión multimillonaria al Grupo Matutes, que, al parecer, ha decidido realizar nuevos proyectos en México. Una pena. Eivissa se lo pierde.