Me resulta cuanto menos curioso que el de político sea el único oficio (que yo conozca o recuerde, al menos) en el que te puedas asignar el sueldo que te dé la gana y sin necesidad de presentar el currículo, tener estudios universitarios o superar una entrevista de trabajo. Todos se llenan la boca hablando sobre su vocación de servicio público y cuando llegan al poder lo primero que hacen es asegurarse un buen salario para los próximos cuatro años. De hecho, en muchos casos suele ser la única propuesta en toda la legislatura en la que tanto los que están al mando como los de la oposición se ponen de acuerdo.
Dicho esto, soy de los que piensan que en política deben estar los mejores, los más preparados. Y está claro que para que esto se cumpla es necesario que nuestros representantes tengan un sueldo más que digno. Mi pregunta, entonces, sería: ¿por qué los que deberían liderar los partidos políticos prefieren mantenerse al margen? Entre las múltiples respuestas posibles entiendo que está el desprestigio social que sufre la política, al que todos hemos contribuido, y principalmente los que la han ejercido. Otros deben de pensar que son más útiles a la sociedad trabajando desde otros ámbitos, mientras que también los hay que prefieren manejar los hilos desde la sombra.
En todo caso, da mucha rabia ver a futuros gobernantes pelearse por 500 euros mensuales arriba o abajo (o por ir al Senado) mientras la mayoría de hombres y mujeres sobre la tierra debemos conformarnos con lo que nuestros jefes quieran pagarnos y dar las gracias todos los días por tener un trabajo por el que otros harían por la mitad.