Masterchef no es un robot de cocina; aunque pudiera bien parecerse, ni tampoco es el primo de C3PO, Masterchef no es un robot de cocina; aunque pudiera bien parecerse, ni tampoco es el primo de C3PO, dorado como un pollo al ast, tras haber salido del pincho de la freidora ésa que da vueltas, y que siempre se las veía con Chubaca, al que yo siempre le llamé che-vaca, (imbuido tal vez por eso del cachondeíto simpático que nos llevamos con nuestros hermanos argentinos, que por cierto, que si no es por sus «Ches» y sobre todo por sus vacas y su trigo, poco más que nos morimos de hambre en la posguerra en este país), y del que según me dijeron, el tal chevaca era primo hermano del Yeti, bestia peluda donde las haya, (y aquí no me estoy refiriendo al líder de podemos por lo de los pelos, ni a Rubalcaba por lo de la barba y que ya pasó a mejor vida; no por su fallecimiento, no, sino porque un político pasa a mejor vida el día en que deja de serlo, aunque él no se lo crea), , y que le amenazaba continuamente con desmembrarlo (me refiero a C3Pdos, no al político), y lanzarlo de cabeza a la chatarrería galáctica, pues ciertamente el susodicho tres pedos como yo siempre le oí llamar, era un cabroncete impertinente y además un pedante de lo mas redomado, como algunos que yo y ustedes seguro conocen, que a pesar de no saber hacer la O con un canuto, se las dan de c3pdos o lo que es lo mismo, van de masterchef por la vida, y con eso me incluyo delante, por eso del ya saben del burro delante para que no se espante; no vaya a caer en la tentación de ser mejor que nadie; cuando lo que realmente me ocurre es que cuanto más mayor me hago y más leo menos sé y entiendo y más Chuvaca me siento, (pero no por lo de tener mucho pelo sino por lo de dar gruñidos trogloditas). Será tal vez seguro debido a una mezcla de alzheimer intelectual junto con alguna dosis de pasotismo, o lo que es lo mismo; «manfotisme» en català independentista, ahora que nos llega el referéndum y que hay que ponerse a tono con la nueva madre patria que acabará por reclamar sus territorios de ultramar a la corona, pues no olvidemos que esta siempre tiene la culpa de todo. Incluso, que programas tan absurdos como el de poner a competir en estado de puro histerismo a unos cuantos aprendices de cocineros de pollos al ast; pues seguramente es lo que a lo sumo habían cocido unos meses antes a la prueba que los iba a encumbrar a lo más alto y casto de los fogones y la gastronomía de nuestro país, sin apreciar que una vez acabado el paripé mediático no les iba a reconocer ni la madre que los parió, como dijera un tal Alfonso Guerra, probablemente pariente de Ctrespedos y che-vaca, todos ellos de la guerra de las galaxias, pues así es este país.
Así que, viendo lo visto, permítanme decirles que cuando, la vida no les sonría, el día se les presente gris, el calor no les deje dormir por las noches (aunque la verdadera razón sea el paro, los desahucios, las largas colas para un especialista en los hospitales públicos y la muerte de emigrantes que aspiran en nuestra tierra a una vida mejor), repitan conmigo la fórmula mágica que todo lo puede y que todo lo consigue: Masterchef. Salvados, lo que se dice salvados, no lo estarán, pero al menos, enteramente al corriente del mundo que nos ha tocado vivir entre tanto talento ¡Eso se lo aseguro!