Las multitudes buscaban a Jesús. El Señor les dijo: «Me buscáis no por haber visto milagros, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado. El alimento corporal sirve para la vida en este mundo; el espiritual sostiene y desarrolla la vida sobrenatural, que continúa para siempre en el Cielo». Jesús se presenta como el Pan de Vida, en cuanto que la fe en Jesús es alimento para la vida eterna. Cristo revela el misterio de la Eucaristía. Él es el Pan de Vida que se da sacramentalmente como verdadera comida. El alimento que solo Dios puede darnos, consiste principalmente en el don de la fe y la gracia santificante. En la Sagrada Eucaristía se nos da como alimento del alma al mismo Autor de la gracia: Nuestro Señor Jesucristo.
El diálogo entre Jesús y sus oyentes recuerda el episodio de la mujer samaritana. Allí se habla de un agua que salta hacia la vida eterna; aquí de un pan que baja del Cielo para la vida del mundo. El maná, alimento que diariamente recogían los judíos en su caminar por el desierto, era símbolo de los bienes mesiánicos; por eso, los judíos piden al Señor que realice un portento semejante. Pero no podían ni sospechar que el maná era figura de un gran don mesiánico sobrenatural que Cristo trae a los hombres: la Sagrada Eucaristía. Jesús es el pan que ha bajado del Cielo y da la vida al mundo. Para reconocer el misterio de la Eucaristía es necesaria la fe. El papa Pablo VI decía,: «Ante todo queremos recordar una verdad, de nosotros bien sabida, pero muy necesaria para eliminar todo veneno de racionalismo, verdad que muchos católicos han sellado con su propia sangre y que célebres padres y doctores de la Iglesia han profesado y enseñado constantemente, esto es, que la Eucaristía es un altísimo misterio, más aún, hablando con propiedad, como dice la Sagrada Liturgia, Mysterium fidei, el misterio de la fe». Es pues necesario que nos acerquemos particularmente a ese misterio, con humilde reverencia , no buscando razones humanas, que deben callar, sino adhiriéndonos firmemente a la Revelación Divina. Al Señor nos acercamos por la fe. Con la imagen de la comida y la bebida Jesús expresa que es Él quien realmente sacia todas las nobles aspiraciones del hombre.
¡ Bendito y alabado sea Jesús, en el Santísimo Sacramento del Altar!