A veces es difícil asumir que nuestra existencia está sujeta a diferentes limitaciones en todos los órdenes de la vida. No lo podemos todo, e incluso nuestra vida es finita, e incluso a veces frágil, tal como insisten en recordarnos numerosos acontecimientos a lo largo de nuestra vida.
No obstante, pienso que, como a muchas personas les ocurre, plantear las cosas como una cuestión de todo o nada, blanco o negro, sí o no, en aras a que si no se consigue todo lo que se espera, significa que no se puede conseguir nada, nos condena a un malestar crónico, pues la perfección, el conseguir «todo», no está dentro de lo que las personas podemos lograr.
Por suerte, que no lo podamos todo, no significa que no podamos hacer nada, y entre estas opciones tan extremas se encuentra toda una gama de grises que puede llegar a ser muy satisfactoria: si bien la felicidad como concepto absoluto no es algo que se pueda alcanzar, tal vez sí que podamos contar con la satisfacción y la alegría.
En los últimos tiempos se habla mucho del éxito: éxito personal, éxito económico, éxito social... En mi opinión esta concepción es externa, a menudo superficial, y más bien aparente e ilusoria: ¿Qué tiene de exitoso que alguien trabajando 12 horas reúna un patrimonio importante si por otra parte se le desmorona la familia?
Quizás ése es el modelo de éxito con el que se nos bombardea, que nos pleguemos a él, quizá nos impide poder considerar otras opciones, otras visiones y miradas, que a lo externo y aparente puedan añadir otros elementos.
Considero que el éxito no es el mismo para todo el mundo, y considerarse exitoso o no tiene quizás más que ver con algo que la propia persona siente y expresa, relacionado con lo que para ella pueda ser el éxito, la satisfacción... y no tanto por tener que ajustarse a algo que nos tratan de vender, cuando no de imponer: la vivencia de ser exitoso es interior, personal e intransferible y matizada por la propia historia y características de cada uno.
Por otra parte, la experiencia de fracasar, de lo que no sale -a la primera-, parece muy condenada por las expectativas actuales, como si se pudiera prohibir fracasar... Pienso que ésta es una experiencia con la que nos encontramos muy a menudo y que convive con otras de éxito. Además, un fracaso sostenido puede ser la entrada a un éxito vigoroso si se persiste, por lo que tanto éxito y fracaso no son absolutos sino más bien relativos y se distribuyen según unas leyes más complejas de lo que puede parecer.
Como comentaba antes, el no poderlo TODO, abre las puertas a momentáneas vivencias de fracaso: siempre vamos a fracasar en algo, pero en absoluto toda nuestra vida será fracaso.
Por otra parte, si la expectativa es de poderlo todo, algo imposible, nos condenamos a un fracaso permanente y doloroso, vivido de manera absoluta.
Tanto el éxito como el fracaso nos acompañan. Fracasar de nuevo, fracasar mejor, en algo que se ha intentado puede acercarnos cada vez más a lo que nosotros consideremos el éxito.
Saber perder es abrirse a la posibilidad de poder ganar.
Muchas gracias.
Saludos a tod@s y nos vemos en el blog
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