La antigua Delegación del Gobierno convertida en un esqueleto. Justo enfrente, los técnicos toman medidas en las inmediaciones del colegio sa Graduada donde se alzará la nueva sede judicial. Dos calles más para allá, unos operarios podan o talan, en función de las necesidades, los chopos que se alzan en distintos puntos de la ciudad. Y transitando por las calles, el personal puede afrontar todos los días una curiosa gincana en busca de una vía que no tenga una obra en marcha. Te dispones a abandonar Vila y el panorama continua siendo parecido. Obras en las rotondas. Más zanjas abiertas en las carreteras. Máquinas y más máquinas allá por donde vas.
El particular pistoletazo de salida a la temporada de obras ha abierto en canal la práctica totalidad de la isla. Las diferentes administraciones parece que han tocado a rebato. Si son para bien, bienvenidas sean. Algunos pueden pensar que en el horizonte hay unas elecciones generales pero dado que las administraciones autonómica, insular y local llegaron con la temporada estival ya en marcha, entiendo que es el momento oportuno para desatar este torrente de obras.
Las mejores infraestructuras son clave para seguir creciendo como destino turístico pero el plus para que el turista se lleve un buen recuerdo y que el residente siga disfrutando de su vida en la isla lo da la seguridad. Es aquí donde deben ponerse las pilas nuestros gobernantes. Y es que no es de recibo casos como el de Maria y Joan. En un abrir y cerrar de ojos, estos vecinos de Forada vieron como los cacos les desvalijaban la casa. Se llevaron joyas, dinero y también les castanyoles y la flaüta del hijo. Y a otra familia, una valiosa emprendada. Hace falta más medios para combatir una gente que no toca de oído.