Comentar la situación política puede ser perjudicial para la salud: estamos desgobernados por un estafermo galaico al que se opone, de momento, un paradigma de portero de discoteca que luce gorra blanca en la playa mientras cumple la encomiable tarea de extinguir al partido que lidera. Por eso he preferido hoy tirar por el lado jocoso (o «lúdico», que diría el tonto de guardia).
En los años setenta, la criada de un familiar (que hoy sería «empleada de hogar» o «asistenta doméstica» de la misma manera que los antiguos peritos son hoy ingenieros técnicos sin haber puesto nada de su parte para conseguirlo), hablaba del «Chándal de Persia y la Farandandiba» como si los conociera de toda la vida. El recuerdo de aquella mujer tan bondadosa como poco instruida me ha animado a escribir sobre otros disparates que algunos personajes menos bondadosos y más instruidos cometen al hablar.
Pedro Sánchez el Encogido respondió a la pregunta de cómo atajar la corrupción apelando a un gerundio inexistente: «preveyéndola», nada de extrañar en quien afirmó en Soria lo contento que estaba de hallarse «en la tierra natal de Don Antonio Machado», sin duda por no haber leído en la obra del poeta aquello de «mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla». Al lado de semejante disparate, lo de «hasta el toro todo es rabo» de Jesús Gil o el «estar en el candelabro» de una hermosa modelo son peccata minuta, porque presidir un club de fútbol o lucir palmito en la pasarela son actividades relativamente inocuas y, a veces, las palabras resultan insidiosas; así, un alumno contestó que el antónimo de monótono era «feótono» y otro que la tasa de morosidad era «el porcentaje de moros sobre el total de la población».
En el siglo XIX, a Eugenia de Montijo se le ocurrió organizar una corrida de toros en París en la que actuó Francisco Arjona «Cúchares»; el torero preguntó a su apoderado por el significado de una palabra que oía con mucha frecuencia a su alrededor (»vous») y al brindar su primer toro a Napoleón III lo hizo así: «pa bu, pa la señora de bu y pal busito chico».
Una conocida mía alardeaba el otro día de haber adquirido a muy buen precio una «marta sibilina»; otra acusaba a una vecina suya de tener «furor interino» y una tercera confesaba en una cadena de televisión su aversión a «los modelos esos de la Gata de la Prada». Oí a alguien que «Mostrencos y Corpulentos» habían obstaculizado el amor de Romeo y Julieta y, en cierta ocasión, preguntado un jugador del Real Madrid a cuál de dos adversarios preferiría enfrentarse, respondió así: «A mí me es inverosímil».
Ya nos hemos acostumbrado a utilizar el ablativo «statu quo» en lugar del nominativo «status quo» (Por cierto que debo aclarar, «mayormente» para víctimas de la LOGSE, que el ablativo es una categoría gramatical que nada tiene que ver con el clítoris). También se oye a veces «rebus sin estántibus», condiciones «sine qua non», «la dije», «habían muchas cosas», «dijistes», «haber que pasa», «tener lugar» por «celebrar» etc. El catálogo es prácticamente ilimitado y se encuentra en la misma onda de expansión que la desfachatez de nuestra clase política. Como dijo alguien: «España es un país trágico, pero poco serio». Amén.