Jesús, desde su misma concepción, poseía la plenitud del Espíritu Santo. Por la unión de la naturaleza divina en la persona del Verbo. Es lo que los teólogos llaman unión hipostática o personal- la doctrina cristiana enseña que en Cristo hay una sola Persona, divina, y dos naturalezas, divina y humana. En el Bautismo del Señor se revela el misterio de la Santísima Trinidad EL Hijo que recibe el bautismo; el Espíritu Santo que desciende sobre El en figura de paloma; y a la voz del Padre que da testimonio de la persona de su Hijo. En nombre de las tres divinas Personas habrán de ser bautizados los cristianos. En el sacramento del Bautismo recibimos el don del Espíritu Santo, y con mayor plenitud lo recibimos en el Sacramento de la Confirmación. También de nosotros dice Dios Padre: Tu eres mi hijo amado. Somos hijos de Dios por adopción, puesto que sólo Jesucristo es el Hijo de Dios por naturaleza. En este pasaje tienen cumplimiento las profecías mesiánicas, singularmente en Isaías 42.1. En dicho pasaje se declara con toda propiedad y fuerza que Jesús es el Hijo de Dios, el Unigénito del Padre. La expresión es aplicada ahora a Jesucristo por la voz del Padre que habla desde el cielo.
El rito esencial del Bautismo consiste en sumergir en el agua al candidato o derramar agua sobre la cabeza, mientras se invoca el nombre del Padre y del Hijo y del Espiritu Santo. El Santo Bautismo es muy importante y necesario ( Jn.3,3-5) porque perdona el pecado original, todos los pecados personales y todas las penas debidas al pecado; hace participar de la vida trinitaria mediante la gracia santificante, la gracia de la justificación que incorporará a Cristo: en efecto, queda marcado con el sello indeleble de Cristo ( Catecismo de la I.C nº 256 Y 263)
Todos los que hemos sido bautizados debemos exultarnos expresando nuestra alegría y gratitud a Dios y a nuestros padres.