Decía mi colega Mónica Cavallé, filósofa y escritora, que existen evidentes síntomas para renovar la filosofía: la política tecnocrática reduce progresivamente su presencia en las aulas, muchos licenciados en filosofía pierden la pasión, la sociedad en general percibe la filosofía como algo lejano e irrelevante, existe en la academia un excesivo hermetismo y oscurantismo de la actividad filosófica, se ha dado una pérdida de la dimensión experiencial y práctica de la filosofía y hay un olvido progresivo del conocimiento y cultivo de sí, alma máter de la filosofía tradicional. Todos estos síntomas pueden sintetizarse en la expresión de Heidegger con la filosofía no se puede hacer nada.
Lejos de deprimirnos ante este aparente panorama desolador y dándole la vuelta al mantra heideggeriano en el que con la filosofía no se puede hacer nada más que no sea filosofía, encontramos brotes verdes que evidencian que hay mucha vida para la filosofía fuera de la enseñanza reglada.
Es un hecho que se está dando una creciente demanda de la filosofía fuera de sus espacios tradicionales. Trabajadores sociales, psicólogos, asociaciones, fundaciones, empresas, centros de día, personas a título individual..., encuentran en sus espacios situaciones fundamentalmente ‘filosóficas' para las que demandan recursos para afrontarlas con éxito.
Es intuitivo e indudable que hacen falta también, junto a los estudios técnicos, profundas reflexiones filosóficas en los espacios de la política, la ética, la justicia, el medio ambiente, la medicina, la educación, etcétera. Sería deseable, por ejemplo, que cada disciplina tuviera en sus estudios una asignatura de filosofía que reflexionase sobre tal disciplina y su huella en el mundo; filosofía del turismo (¿qué es un turista? ¿para qué sirve hacer el turista? ¿qué es un destino turístico?), de la ingeniería (¿qué es deseable construir?), de la biología (¿qué es la vida?), de la medicina (¿qué es la salud?), de la política (¿cuáles son sus fines últimos? ¿el bienestar y la seguridad?), etcétera.
Es otro hecho la apertura de nuevos espacios filosóficos: los cafés filosóficos, para el diálogo sobre temas diversos más allá de la mera opinión, la filosofía para niños y los talleres de filosofía, para desarrollar competencias como la ética, la reflexión, el diálogo, el auto conocimiento, el cultivo de sí, el espíritu crítico...y el asesoramiento filosófico, para acompañar a personas en la tarea de vivir una vida filosófica, una vida auto observada, examinada, auténtica.
Ante estos nuevos espacios que se abren para la filosofía se necesita mucha creatividad. La filosofía que se demanda no es fácil, no es dar una clase, no es exponer una teoría, al contrario, se está demandando una filosofía viva, arriesgada, interiorizada, activa, real, participativa, radical. Es una filosofía en la que se invita a filosofar desde dentro, con recursos propios. Decían los estoicos que mientras al animal le guía el instinto, al ser humano le guían sus representaciones y las interpretaciones de las mismas, interpretaciones que son esencialmente filosóficas y por lo tanto la tarea de su examen es filosófica. Una filosofía de este calado es una filosofía cuya actividad es un fin en sí mismo, no un medio para conseguir otras cosas, es una filosofía que satisface por el mero hecho de realizarse y que expresa algo inherente al ser humano, sus inquietudes más profundas y esenciales insertas en la filosofía personal de cada uno.