Juan el Bautista al ver que Jesús venía hacia él, dijo “He aquí el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Este nombre hace alusión al sacrificio redentor de Cristo. El profeta Isaías había comparado los sufrimientos del Siervo de Yahvé, el Mesías, con el sacrificio de un cordero. La expresión “Cordero de Dios” indica la inocencia inmaculada del Redentor. El texto sagrado dice “el pecado del mundo”, en singular, para manifestar de modo absoluto que Jesús quitó todo género de pecados. En el libro del Apocalipsis se revela que Jesús está triunfante y glorioso como el “Cordero inmolado”, el cuál recibe alabanza y gloria por ser Dios. La Sagrada Comunión es la participación en el Sacrificio de Cristo. Los sacerdotes pronuncian las palabras del Bautista antes de administrar la Sagrada Comunión para suscitar en los fieles el agradecimiento al Señor por haberse entregado a la muerte para nuestra salvación y dársenos como alimento de nuestras almas.
Juan Bautista declara la superioridad de Jesús al decir que existía ya antes que él, a pesar de haber nacido después. De este modo muestra la divinidad de Cristo, engendrado por el Padre desde toda la eternidad, y nacido de María Virgen en el tiempo. Para confirmar la divinidad de Jesús, en su bautismo en el río Jordán contemplamos uno de los momentos en los que se revela el misterio de la Santísima Trinidad.
Jesús había pasado unos treinta años en lo que llamamos normalmente vida oculta. Es admirable el silencio del Verbo de Dios Encarnado durante todo ese tiempo después que, según el plan divino, el Bautista hubiera preparado al pueblo para recibir al Mesías.