La cortesana Maria Duplessis llevaba durante todo el mes camelias blancas. Excepto tres días en que las flores eran rojas y sus amantes debían buscar consuelo en otro regazo. La belleza angelical de la Dama de las Camelias era una flor envenenada capaz de arruinar en seis meses a la mayor fortuna de Francia. Pero ¡qué ruina más gustosa!, como probaron Alejandro Dumas y el barón gitano Franz Liszt.
El placer y amorosas ilusiones que vendía la famosa dama nada tienen que ver con el burdel de muñecas de plástico que recientemente se ha inaugurado en Barcelona. El nuevo prostíbulo dispone de una plantilla de sexy dolls con diferentes rasgos étnicos. Dicen que ya tienen lista de espera, lo cual demuestra que la decadencia más vulgar amenaza a la siempre hedonista Ciudad Condal. Habrá que estar atentos a las declaraciones de la Señora Rius, la poderosa madame catalana.
Los plásticos emprendedores afirman que tales muñecas son un éxito en Japón, donde muchos las prefieren a las geishas cum laude en artes amatorias de Kioto, que además saben orquestar la ceremonia del té con un chorrito de sake mientras componen poéticos haikus. Los burdeles nipones –el Palacio Flotante— acostumbran a lucir una curiosa inscripción: “El deseo no puede esperar, exige satisfacción”. Pero ahora también disponen de muñecas de plástico para adictos al manga.
¿Pondrán alguna sexy doll en nuestro malecón-paseo marítimo para engañar a los reprimidos clubbers? Las practicantes del oficio más viejo del mundo opinan que tal competencia es aberrante y la pincharían a la primera ocasión.