Las fiestas de los santos son una actividad que a los fieles cristianos nos puede hacer mucho bien, pues repasando las actividades de su vida y sus decisiones coherentes, actitudes de acuerdo con la ley de Dios, eso nos puede ayudar para también que cada uno de nosotros organicemos nuestras actividades y tomemos las decisiones afines para vivir de acuerdo con el amor que Dios nos tiene a cada uno, sin excepción, porque Dios ama a todos, absolutamente a todos.
Y así, si la semana pasada quise compartir con vosotros, estimados lectores amigos algunas enseñanzas de Santa Rita de Casia, persona que vivió en santidad siendo soltera, después casada, después viuda y más tarde religiosa, hoy quiero compartir algunas reflexiones sobre San Fernando, al que tenemos una parroquia dedicada en Formentera y que es un ejemplo de seglar, de casado, de padre de familia, de político, de rey. Todos estos santos nos enseñan que siendo uno lo que sea, puede y debe ser santo.
San Fernando es uno de los más grandes hombres del siglo XIII que llenó la primera mitad del siglo, con su vida ejemplar, su intensa piedad religiosa, su prudencia de gobernante y su heroísmo de conquistador audaz. Es modelo de santo laico, de militar valeroso y de cruzado de la fe. Meticuloso palaciego, músico, poeta, y en todo y siempre gran señor y perfecto caballero.
Nace a finales del siglo XII, en la corte de León y crece cuidado por su madre, mujer virtuosa y ejemplar. A los diez años, sufre una grave enfermedad. Los médicos desesperan de salvarlo. La madre toma en sus brazos al pequeño, cabalga con él hasta el Monasterio de Oña, reza y llora durante toda una noche ante una imagen de la Virgen, y alli se curó
A los quince años es proclamado por las Cortes heredero del reino; y a la muerte de Alfonso tomó posesión de la corona de modo pacífico, iniciando la unión definitiva de León y Castilla.
Fernando III se casó dos veces, por la muerte de la primera esposa y de las dos tuvo hijos. Como rey, le preocupó la justicia; era amable, pero recto y firme. Era gentil y finísimo, jinete elegante y diestro, versado en los juegos nobles, en el ajedrez; amante de la música y buen cantor. Se le atribuyen algunas cantigas dedicadas a la Virgen, a la que profesaba gran amor pues su madre le había contado cómo le había salvado siendo niño.
Promocionó las artes, favoreció el naciente estilo gótico, y se le deben las catedrales de España: Burgos, Toledo, León y Palencia.
Fue notable su acción de gobernante, sus relaciones con la Iglesia, con los nobles y magnates; su administración de justicia y sus relaciones con los otros reyes peninsulares cristianos; su impulso a la codificación y reforma del derecho; su protección a las artes, ciencias y la creación de nuevos Centros y Universidades Fernando III de Castilla fue un santo rey, que alcanzó las cumbres más altas de la perfección, santificando las menores acciones de su vida y dedicando a Dios y a María todos los momentos y ocupaciones..
Al terminar la Reconquista de Sevilla, mientras una expedición castellana llegaba a África planeó el paso del estrecho y asentamiento definitivo en aquel continente, cayó herido de muerte, por agotamiento de sufrimientos y trabajos.
Al saber próximo su fin, postrado sobre un montón de cenizas, con una soga al cuello, pidió perdón a todos los presentes, dio sabios consejos a su hijo y deudos, con la candela encendida en la mano. Un resplandor celeste iluminó su rostro. «El tránsito de San Fernando, dice Menéndez y Pelayo, oscureció y dejó pequeñas todas las grandezas de su vida».
Esa fue la vida exterior y la muerte del más grande de los reyes de Castilla, «atleta y campeón invicto de Jesucristo», como le llamaron los Papas Gregorio IX e Inocencio IV. «De la vida interior, según Menéndez y Pelayo, ¿quién podría hablar dignamente sino los ángeles, que fueron testigos de sus espirituales coloquios y de sus éxtasis y arrobos que tantas veces precedieron y anunciaron sus victorias?»
Que su fiesta el próximo martes día 30 nos ayude a conocer esas actitudes de su vida y que sean enseñanzas para la nuestra.