Eran una pareja ideal, jóvenes, dinámicos y felices…arrebatadoramente felices. Además, llevaban unos años en los que todo les había ido rodado, conocerse, consolidar la relación, casarse, como los dos tenían buenos trabajos el banco les concedió una hipoteca y pudieron comprarse el piso de sus sueños y como guinda a ese pastel, la vida les acababa de bendecir con el nacimiento de una preciosa niña…que más se podía pedir? Un domingo cualquiera de invierno, nuestra alegre familia marchó a comer y pasar el día a la casa de los padres de ella, que como buenos abuelos, tenían “mono” de nieta. La comida y la laaaaargaaa sobremesa fueron toda una delicia, pero siendo lunes el día siguiente y estando la pequeña agotada y con “sobredosis” de achuchones, decidieron que ya tocaba volver para casa. Al llegar, ella introdujo la llave en la cerradura, pero esta no se accionó, ella lo intentó unas cuantas veces más, poniendo más energía en cada uno de sus intentos pero nada consiguió. Frustrada, se volvió hacia su marido que cargado con la niña y sujetando el cochecito, empezaba a mostrar señales de nerviosismo, “no sé que le pasa a la puerta que no se abre” -dijo ella- “anda, déjame probar con mi llave que seguro que la tuya se ha estropeado” -replicó él-. Intercambiaron sus roles, pero el resultado fue el mismo, la maldita puerta se resistía a abrirse!!! El, con esa actitud tan típica de los machos de no aceptar lo obvio, hizo unas cuantas intentonas más en las que se entremezclaron los intentos de girar la llave, de girar el pomo, los golpes con la palma de la mano contra la puerta, los empujones a la misma y los juramentos en arameo, pero nada de todo eso acabó con la inexpugnabilidad de aquella puerta que ya semejaba una muralla numantina. Finalmente llegaron a la conclusión de que la cerradura se había roto, y decidieron llamar a un cerrajero 24 horas. que les dijo que en una media hora estaría allí para solucionarles el tema, por lo que armándose de paciencia intentaron ponerse lo más cómodos que les permitiese su actual situación y a pesar de la misma, no pudieron evitar echarse unas buenas risas por lo absurdo que estaba siendo el final de aquél domingo y entre las risas y los juegos con la pequeña, su ánimo empezó a remontar. Al rato escucharon unos pasos por su rellano y se levantaron de un salto del suelo donde estaban sentados creyendo que por fin llegaba el cerrajero para poner punto final al problema, pero cuál fue su sorpresa cuando en vez de al cerrajero, lo que vieron aparecer fue una pareja de policías nacionales que se dirigían hacia ellos. Pasada la sorpresa inicial, intercambiaron miradas como diciéndose que ya sabían el porqué de la presencia de los agentes y es que en el piso que estaba justo al lado del suyo, puerta con puerta, habían acontecido recientemente varios episodios de violencia domestica que habían precisado de presencia policial en más de una ocasión y ellos supusieron que este era el motivo de aquella nueva comparecencia, ella incluso con la mejor de sus sonrisas, se dirigió a ellos para ayudarles “buenas tardes, seguro que vienen buscando a los de la puerta de al lado, por desgracia no es la primera vez” -les dijo en un tono bajo para ser discreta- pero lo que no se esperaba fue la respuesta del agente, que le espetó en tono autoritario “estese usted callada señorita y no le diga a la policía a donde ir y como hacer su labor”. El matrimonio se sintió avergonzado e incómodo por la situación y decidieron que lo mejor era optar por el mutismo, cuando pasó algo inaudito que cambiaría sus vidas para siempre…
Desde dentro de su casa empezaron a oírse unas voces que entre grandes escándalos decían “SOCORRO POLICIA, SOCOOOORROOOO, ESTA PAREJA LLEVA MUCHO RATO GOLPEANDO LA PUERTA DE NUESTRA CASA, INTENTAN FORZARLA Y NOS AMENAZAN CON QUE VAN A ENTRAR, AYÚDENNOS POR FAVOR, TENEMOS MUCHO MIEDO, SE LES VE MUY VIOLENTOS, SOCOOORROOO!!!” repetían a voz en grito una y otra vez. Atónitos, incrédulos a lo que estaban oyendo, nuestra familia reaccionó de formas diversas, la pequeña rompió a llorar por el escándalo, él se quedó petrificado, como en shock y ella notó que todo empezaba a dar vueltas hasta que perdía el sentido y tuvo que ser sujetada por los policías para no caer al suelo. Al rato, ya más repuestos, la rabia y la indignación iban sustituyendo a la estupefacción en el ánimo de los jóvenes, que intentaron explicar de todas las maneras posibles lo que de verdad estaba pasando y que tuvieron que soportar frustrados las preguntas e insinuaciones de los agentes al respecto de si no se habían equivocado de planta, o de si se encontraban bajo los efectos de las drogas. Finalmente la escena se zanjó con la indicación de que todas sus alegaciones deberían efectuarse en la comisaría y bajo la forma de una denuncia, trámite que al rato ya habían cumplimentado entre llantos y abrazos para darse fuerzas mutuamente, aquel domingo terminó en la casa de los padres de ella… pero ya no había motivos para más risas y alegría.
La denuncia siguió su curso y se puso en marcha el lento mecanismo de la justicia, cuando quisieron darse cuenta había pasado “un año!!!”, tiempo en el que se habían visto obligados a alquilarse un apartamento, ya que la casa de los padres de ella se quedaba pequeña para tanta gente y porque habían decidido que necesitaban recuperar su intimidad, pero les estaba suponiendo un sobre esfuerzo económico, porque el banco les seguía cobrando puntualmente cada mes el pago de la hipoteca del piso que no podían disfrutar, así que tenían que mantener dos casas, más los muchos gastos que genera un bebé, más los aún muchos más gastos que generan los abogados, abogados que no estaban consiguiendo ningún tipo de avance, por lo que los cambiaron un par de veces, hasta que dieron con uno que se quedó tan alucinado al conocer el tema, que se lo tomó como algo personal y empezó a mover Roma con Santiago y a tirar de contactos en los juzgados hasta conseguir que aproximadamente casi otro año después, un juez tuviera a bien dictar unas medidas cautelares consistentes en permitir el acceso de la pareja al piso bajo la supervisión de la policía y a fin de demostrar que era cierto algo que sería la prueba definitiva para aclarar el asunto.
El ansiado día llegó y por fin tras dos años y aunque fuera por un momento, pudieron entrar en su casa, lo que vieron les dejó el ánimo por los suelos, su piso estaba siendo disfrutado con total impunidad por dos familias de origen centro-americano que los miraban de forma intimidatoria y hostil, que lo habían convertido en una suerte de “campamento gitano”. Ella apretó fuerte los puños y se dijo para sí que no iba a llorar, no pensaba darle el gusto a aquella chusma de verla así, a pesar de que todo lo que contemplaba la empujaba a ello, suciedad, muebles (con lo que ella adoraba aquellos muebles que había escogido uno a uno) destrozados o movidos de sitio, paredes llenas de pintadas en sus zonas bajas (de donde puñetas salían tantos niños?!), una escena de pesadilla. Pero ella tenía muy claro a donde ir y que buscar…a el armario del cuarto de matrimonio, donde ella, después de mucho insistir, había convencido a su marido (“mira que eres paranoica” -le decía-) para hacer un falso techo en el que tenían escondido a modo de modesta caja fuerte, las pocas joyas de ella, un reloj heredado de él y lo más importante… toda la documentación del piso!!! No pudo evitar una amplia sonrisa de triunfo cuando descorrió aquella puerta tan perfectamente camuflada que no había sido detectada por los usurpadores, que con caras de sorpresa y rabia la veían aparecer con las joyas y la documentación en la mano, un par de ellos, llevados por la desesperación de verse cogidos en su mentira, hicieron un intento de abalanzarse sobre ella para quitarle los papeles, que fue abortado de forma más que enérgica por la policía, que los escoltó hasta su coche para evitar males mayores. Cuando se presentaron de nuevo en los juzgados junto a su abogado y las escrituras y demás documentos que certificaban bien a las claras quienes eran los legítimos propietarios del piso, lo hicieron llenos de satisfacción y convencidos de que su pesadilla estaba a punto de terminar, pero se dieron de bruces con la maravillosa y garantista ¿justicia? de este nuestro país, que sentenció que a pesar de quedar sobradamente demostrado y probado que ellos eran los propietarios, las familias que en la actualidad tenían sus derechos y además se tenía que mirar por el bien de los menores, por lo que el desalojo no se podía realizar de inmediato…y el inmediato fueron dos años más!!! En ese largo periodo, los problemas económicos se acentuaron con el estallido de la burbuja y la llegada de la crisis que se cebó sobre todo con la construcción, que era donde trabajaba él, que se quedó en el paro, lo que añadió aún más leña al fuego de la tensión constante en la que vivían desde hacía ya demasiado tiempo y les obligó a renunciar al apartamento de alquiler y a volver a vivir con los padres de ella, las discusiones se hicieron cada vez más frecuentes y poco a poco la antaño feliz unión se fue diluyendo hasta acabar en divorcio. Pero todo pasa y todo llega y más de cuatro años después de aquel aciago domingo, el desalojo se hizo efectivo (por supuesto sin que los ocupadores tuvieran que afrontar castigo ni sanción, ni ofrecer algún tipo de compensación) y por fin!! les dieron las llaves y quedaron para entrar juntos a comprobar el estado del piso. Era la primera vez que se veían después del divorcio, quizás en el interior de ambos vivía el anhelo de que aquel instante serviría para volver el tiempo atrás y que todo volvería a ser como antes… pero la realidad no entiende de magias y la chispa ya no existía, como no existían motivos para la felicidad mientras recorrían juntos el piso, pues todo el parecía ser un monumento al fracaso de su relación. Se despidieron de forma fría, con la decisión tomada de la venta del piso, que se llevó a cabo un tiempo después y muy a la baja, pues recuerdo que seguíamos en tiempos de crisis, y así llegamos al final de esta historia, sin felices ni perdices, sin vencedores y si muchos vencidos y con una moraleja “haz de tu casa un castillo, sea lunes… o domingo”.
P.D. este “relato”, es una historia totalmente verídica que le pasó a una amiga mía aquí en Ibiza y la saco a colación para, al hilo de la misma hacer dos comentarios; uno, que está muy bien que tengamos una sociedad solidaria y garantista, pero a veces es bueno recordar que la línea que separa la bondad de la estupidez es muy fina y creo que hace tiempo que en demasiados aspectos la hemos sobrepasado. Dos, la primera herramienta para acabar con el tema de alquileres basura turísticos y similares y poner en cintura el problema de la vivienda, es dotar a los propietarios de herramientas rápidas y efectivas para garantizar sus derechos sobre las mismas.