Mao hizo la Larga Marcha y lo siguieron millones, fue un líder. Gandhi consiguió con su pasividad mística desesperar nada menos que al imperio británico entero, nació la India independiente. Moisés consiguió que el mar se separara para que los judíos enfilaran la Tierra Prometida. Churchill consiguió que un país se sobrepusiera con sangre, sudor y lágrimas y ganara el mayor conflicto de todos los tiempos. Hernán Cortés consiguió con cuatro caballos y miles de tlaxcaltecas, a los que convenció, descabezar la confederación azteca. Todos los mencionados fueron grandes líderes algunos para bien y otros para mal, pero lo que sorprende del proceso de independencia catalán es que no tengan a nadie potente con el que tirar de la masa y de los no adoctrinados, y tengan que recurrir a un buen pega-pelotas para intentar proclamar la independencia. Que un futbolista y entrenador encabece este Movimiento con un político a quien hasta hace poco no conocía casi nadie es un signo evidente de flojera; y sí es un acierto, tenemos que preguntarnos cómo estarán parte de los catalanes para que un jugador de fútbol, y nada más, Pep Guardiola, tire de ellos y les aplique su modelo de Estado. Encima nos viene Pep, que vistió la camiseta de la selección española (que en su tiempo no era ni siquiera la Roja) y nos dice a todos, ibicencos incluidos, que vivimos en un país autoritario (en una autocracia), a la par que algunos periodistas tiran de la hemeroteca y publican unas declaraciones del de Sampedor en las que dice que Qatar es un país maravilloso. Recurrir a Guardiola, como hubiéramos podido recurrir en Madrid a Pepe Blanco para que nos cante cocidito madrileño y luego independizarnos, es un signo claro de desfondamiento.
OPINIÓN | Jesús García Marín
El carisma de Pep
J. García Marín | Eivissa |