Y de la montaña salió un ratón disfrazado. Carles Puigdemont, el presidente de la «Generalitat», decidió ayer dar apariencia de marcha atrás en el proceso de sedición encaminado a procurar la independencia de Cataluña. Aparentemente el proceso quedaba anclado en el limbo. En un discurso reescrito a resultas de las múltiples presiones recibidas desde dentro y fuera de España, Puigdemont, tras proclamar la independencia, anunció acto seguido, la suspensión de los efectos de la proclamación.
Una finta que perseguía abrir un período de diálogo con el Gobierno central. Es la conocida como «vía eslovena». Por el proceso seguido por aquel país balcánico en ocasión de la crisis que dio pie a la guerra primero a y la posterior independencia de los diversos territorios que formaban Yugoeslavia. Eslovenia consiguió que Europa reconociera su independencia pero aquél proceso se saldó con medio centenar de muertos.
Volviendo a la puesta en escena de Puigdemont, resulta que la historia tenía truco. Al tiempo que en el pleno se anunciaba la suspensión de la independencia que se acababa de proclamar, fuera ya del Hemiciclo, pero dentro del recinto del «Parlament», los diputados de Junts x Sí y la CUP firmaban un manifiesto a favor de la proclamación de la independencia. «Sostenella y no enmendalla» o relato para Franz Kafka.