Uno de los primeros cabreos de la Forcadell que nunca se ha enterado de nada porque siempre andaba enfrascada en cómo pasarse por el forro los informes de los letrados del Parlament, fue enterarse por terceros que Puigdemont estaba leyéndonos tebeos de Tintín desde Bélgica y que el Honorable la había dejado a los pies de los leones, pero el mayor cabreo lo pilló cuando pudo comprobar que el Alto Mando Catalán, no sólo no tenía un plan de contingencia, sino que no tenía nada construido para poder hacer un Estado de verdad, vamos tenía menos material o chicha que nuestro Biel Barceló que por lo menos se da de plazo hasta el 2030 para rellenar el impreso de independencia. Es más: por los informes incautados por la Guardia Civil y lo ahora reconocido por la misma ERC, se deduce que Cataluña (lo que era evidente) no tenía capacidad burocrática para crear de la noche a la mañana un país moderno. Vamos que todo era humo. Es verdad que Cataluña era para dos millones un Estado; pero sólo un Estado mental; vamos que el Procés había sido la gran masturbación (que diría Dalí). Un meter a los afectos en una arca de Noé con bandera estelada para comprobar como el arca se queda en dique seco y sin diluvio universal. Encima nos enteramos que hay un papelucho en el que los futuros jefes querían poner la mili en la República Catalana para contar con un ejército de 22.000 mozos de reemplazo. De aplicar esa medida, ipso facto la República Catalana se hubiera ido al garete: una cosa es ir un ratico al escrache o al bar de la Universidad a embadurnarse de país y otra bien distinta hacer la mili (palabras mayores).
Opinión/Jesús García Marín
Vuelve la mili
J. García Marín | Eivissa |