Si quieren elegir por videoconferencia al presidente de Cataluña, ellos sabrán, aunque parece que el de Girona tiene que estar físicamente y no espirituosamente en el Parlament. También han dicho en su círculo, que Puigdemont iría a su nombramiento si no lo detienen, lo que sería un maravilloso ejemplo para los penados. A lo mejor no nos gusta este país chamarilero que tenemos, pero tiene que existir un orden mínimo, y esa minucia empieza por la Carta Magna, que se puede cambiar, pero de momento cuando se jura la Constitución y se meten coletillas de la guisa «juro la Constitución por imperativo legal», que quiere decir la juro para intentar cargármela y o bien independizarme o bien crear un estado bolivariano choni en España, pues se está contra la Constitución. Lo del Procés ha sido un permanente pasarse la Magna Carta por el forro, pero eso ya es agua pasada, lo que me preocupa ahora es como los políticos se distancian de la gente, en Madrid, Carmena, por ejemplo está más pendiente del cambio climático que de los problemas diarios de tráfico y suciedad. En Cataluña, tres cuartos, quieren elegir un presidente que va a gobernar aquel territorio desde Bélgica, por ciencia infusa, leyendo a Tintín, sin contacto directo con la realidad, eso es una cosa que demuestra lo lejos que está la clase política de la circunscripción que representan. Claro que para aprobar cualquier ley basta con apretar en el escaño de Congreso el botón de la disciplina de partido y la ley sale, pero eso es también telemática, casi como la de Puigdemont. Antes por lo menos Fraga se bajaba al mercado y hablaba con las vendedoras de queso de tetilla y pregunta el precio del kilo de percebes. Eso ya es agua pasada.
OPINIÓN | Jesús García Marín
Cuando la política es virtual
J. García Marín | Eivissa |