Se acercan los Oscar y la campaña #MeToo que emprendieron algunas actrices estadounidenses sigue dando titulares y es que no hay día en que no salte algún escándalo en el que algún director, productor o actor haya abusado sexualmente de alguna chica; tema aparte fue el caso de Kevin Spacey que abusó de un menor, razón por la que Netflix ha perdido un dineral ya que estaba a punto de estrenar la última temporada de House of Cards y se la han tenido que comer con patatas. En toda esta campaña hay casos y casos y no todos se pueden juzgar por igual pero lo que está claro es que las cosas se han hecho muy pero que muy mal durante décadas. El machismo más rancio ha cabalgado a sus anchas en uno de los en teoría ambientes laborales más liberales como es el cinematográfico. Aparte del de Harvey Weinstein, el caso más flagrante es el de Woody Allen que se casó con su propia hija adoptiva y por si fuera poco abusó de otra de sus hijas que tuvo con Mia Farrow y como si la cosa no fuera con nosotros tanto en Estados Unidos como en Europa hacemos la vista gorda y le ponemos alfombra roja como si se pudiese separar su gran y sobrevalorada carrera como cineasta de su vomitiva vida personal. Basta ya de mirar hacia otro lado, basta de poner excusas y basta de quitarle importancia a algo tan repugnante como son los abusos y el acoso sexual en el mundo del espectáculo. Las actrices no merecen menos respeto que cualquier otra profesional y no todo vale detrás de las bambalinas. Por fin se ha invertido la carga y empezamos a ver a las víctimas como las responsables de los abusos que han padecido. Esperemos que todo esto no sea una ola pasajera ni una moda y acabe arraigando para que gracias a este tsunami feminista todo cambie para siempre al menos en Occidente. Ojalá algún día se pueda hacer esta misma purga en el mundo empresarial donde el acoso es mucho más común de lo que nos pensamos y como no hay famosetes de por medio es mucho más difícil de denunciar públicamente. La impotencia y el miedo de las víctimas las paraliza y les hace vivir en una situación de angustia y de victimización que hace que cualquier campaña de concienciación se quede corta. Hay que tomar medidas cuanto antes. En España a nuestro presidente Rajoy el tema de la igualdad le queda grande así que ni hablemos del acoso sexual en el trabajo que es algo que le preocupa entre poco y nada. Mientras en toda Europa y Estados Unidos se habla de feminismo e igualdad aquí discutimos del procés y de corrupción. De igualdad, respeto y dignidad si eso ya hablamos otro día.
OPINIÓN | Chema Ferrer
#MeToo
Ch. Ferrer |