La tan cacareada libertad de elección de lengua en la educación es una quimera a no ser que estudies en un colegio privado, que es donde los ayatolás nacionalistas del famoso 3% suelen mandar a sus hijos, para que sepan hablar un español perfecto y continúen la tradición familiar de trincar en varias lenguas.
Franco no permitía estudiar en catalán y los nacionalistas pretenden desterrar el español de las aulas de sus paissos. Es la histórica ley del péndulo dentro del clásico esperpento ibérico, manden los hunos o los otros, que se ciscan tanto en el seny como el sentido común.
Tales groserías nada educadas asombran en países como Italia o Francia, donde también tienen la fortuna de hablar numerosas lenguas pero a nadie se le ocurre prohibir el italiano o francés en sus escuelas. Decía Camilo José Cela, mientras publicaba a poetas en mallorquín, catalán y gallego en Papeles de son Armadans, que castellano es solo el español que se habla en Castilla. El español es un maravilloso invento de los pueblos celtíberos para venderse las ovejas. Con lo cual, salvo que seas un puro azteca arrancando corazones en la pirámide del Sol, es absurdo considerarlo como una lengua invasora, pues ha ido haciéndose por toda España y América.
Causa tristeza el harakiri lingüístico que estamos viviendo. Es tan irracional como estúpido, imposible de justificar salvo que seas un iluso independentista, un pícaro subvencionado o un racista puritano que reniega del gozoso mestizaje. Lo han pagado los más jóvenes con una dictatorial anormalización en las aulas que lleva décadas vulnerando sentencias y derechos. Observando el desprecio educativo, era cuestión de tiempo que se extendiera al resto de la sociedad: Barrenderos y sanitarios deben pasar exámenes de catalán para ejercer su profesión, pues tanto el ibicenco como el español hoy se consideran insuficientes.