Hoy celebramos la fiesta de la Sagrada Familia, contemplamos el quinto misterio gozoso del santo rosario: Jesús perdido y hallado en el Templo. En las peregrinaciones a Jerusalén los judíos solían caminar en dos grupos: uno de hombres y otro de mujeres. Los niños podían ir en cualquiera de los dos, lo cual explica que pudiera pasar inadvertida la ausencia del Niño. La solicitud con que María y José buscan al Niño debe ser para nosotros un estímulo para buscar siempre a Jesús. El Señor nunca nos deja, nunca nos abandona, nosotros sí, lo abandonamos por el pecado. Nuestra vida debe ser un permanente buscar a Jesucristo, encontrar a Jesucristo, amar a Jesucristo. La angustia, el ansia, la pena que experimentaron María y José al perder a su hijo, nos debe doler en el alma la pérdida del Señor por nuestro abandono y desamor hacia su Divina Persona. Hoy y siempre hemos de suplicar ardientemente a la Sagrada Familia por todas las familias cristianas, por toda la familia humana. Que en estos días entrañables de la Navidad podamos contemplar en todas ellas que, con motivo del nacimiento del Salvador, haya paz y amor. Hoy en día en general, no hay falta de pan, falta de alimentos. Pero en muchos hogares falta paz y amor.
Debemos saber perdonarnos, devolver bien por mal, ayudarnos a superar las pruebas y dificultades que existen en toda familia. La familia es tan importante que el Hijo de Dios quiso nacer en el seno de una familia, la familia de Nazaret.
Los padres deben vivir y trabajar por el bien de sus hijos, para que reciban una esmerada y sólida educación, dándoles ejemplo de vida cristiana, rezando por ellos, para que sepan evitar los vicios y las malas compañías. Los hijos deben honrar a sus progenitores, amándoles y respetándoles siempre, y vivir como lo que son, hermanos unidos por la misma sangre y el mismo amor.