El presidente Pedro Sánchez se confirmó como el líder político más falso que quepa imaginar al frente del Gobierno de España. Dijo que la derecha “ha sufrido una bancarrota moral por la Gürtel” y que está en “bancarrota ideológica”. Sin embargo, lo que todos los ciudadanos pudieron constatar fue que quien está en bancarrota moral es él mismo. No solo mintió con todo descaro cuando presentó la moción de censura a finales del mes de mayo, asegurando que de salir adelante convocaría elecciones lo antes posible.
Ahora, además, saca pecho por este embuste diciendo de forma chulesca en un mitin en Barcelona que quienes esperen que haya elecciones “que esperen sentados, vamos a gobernar hasta 2020”. No hay precedentes de algo así. Es inaudito que el presidente del Gobierno presuma con semejante desparpajo de haber engañado a todo el mundo en algo capital. Y aún más que pretenda seguir en el poder con solo 84 diputados dándole apoyo y sin posibilidad de sacar adelante unas cuentas públicas que los independentistas solo respaldarán si les garantiza el indulto a sus líderes, en caso de que sean condenados por el Tribunal Supremo.
Pedro Sánchez es un embustero contumaz, también con los suyos. Solo así se explica que se haya atrevido a empeorar las cuentas públicas de Rajoy rebajando aún más la inversión del Estado en Baleares. Esta es la puntilla a la ya anunciada renuncia a un nuevo modelo de financiación que los socialistas reclamaban al PP de Rajoy y del que ya se han olvidado. Y al REB, del que nada dicen los presupuestos que Sánchez llevó al Congreso.
No me extraña que ayer Armengol no fuera al Parlament por estar indispuesta. Ni tampoco que el día que constatamos el oprobio contra Balears, a la presidenta del Govern solo se le ocurriese tuitear sobre las exhumaciones de fosas, demostrando así sus prioridades políticas.