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Opinión / Miguel Lázaro, médico y presidente de Simebal

El misterio de las listas de espera

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Todos tenemos derecho a una sanidad pública, pero en la realidad ese derecho choca con un principio de la realidad, que es que la accesibilidad está restringida o demorada. La mayoría de los jefes de servicio y médicos de Son Espases recuerdan un antiguo directivo de Son Dureta que cual Houdini sanitario hacía magia con las listas de espera.

Era un consumado especialista en el missing de las peticiones de pruebas y de citas de los pacientes, simplemente las guardaba en un cajón que estaba más protegido que Fort Knox. Si los pacientes no estaban citados estaba claro que no existían. Ya saben que medir no es conocer y que como alguien dijo «hay mentiras, grandes mentiras y estadísticas».

El maquillaje, liftin, missing y jibarizacion de las listas de espera es una práctica generalizada en la gestión sanitaria. No hay sistema de salud que no tenga entre sus cargos directivos un fontanero muy experto en mutilar listas de espera. Pero abordemos la madre del cordero.

Cualquiera de nosotros hemos ido al médico de cabecera o al especialista y nos han dicho: «Vaya al mostrador y que le den cita». También es posible que le hayan dicho: «Lo quiero ver en un año o en seis meses». La administrativa seguramente le habrá dado una fecha o bien un «ya le llamaremos».

El paciente, en general, no comprende por qué no le dan una fecha en concreto y una hora ya que «con esto de la informática» tendría que ser fácil. No es problema informático. No le demos la culpa a los ordenadores. Es un problema de buena gestión y planificación. Hemos de entender lo que son primeras y segundas visitas y la forma en que se gestionan. Por un lado el Ibsalut controla la lista de espera para quirófano y por otro lado la espera para primeras visitas de especialista.

No entraremos en quirófano (no sea que nos operen), pero sí en las otras de consultas externas. Las primeras visitas en general tienen dos características: normales y preferentes, siendo gestionadas de forma diferentes según los servicios. Algunos servicios leen puntualmente todas las visitas preferentes y les dan cita según la descripción de la patología que el médico de cabecera describe. Otros no. Luego vienen las primeras que suelen ir por orden de petición.

Finalmente las sucesivas. Ahora bien, la gestión de las agendas (que son los huecos donde se coloca a los pacientes) es otra cosa. No se puede dar una cita a un paciente si no hay agendas abiertas. Estas agendas pueden ‘abrirse' cada dos, tres, o cuatro meses. Se llenan automáticamente nada más abrirse. Con honrosas excepciones. Es fácil de entender que tengamos miles de pacientes acumulados en hojas o listas, pendientes de ‘entrar' en la lista de espera. Esperan para entrar en la lista de espera. Este hecho fácilmente probable no está cuantificado. Bastaría tener agendas abiertas de varios años.

Echamos de menos que el Ibsalut no tenga agendas abiertas todo el año y que un paciente no sepa la fecha exacta en la que será visitado. Echamos de menos que no haya una publicación de la demora exacta por especialidades y hospitales con los tiempos de demora para que el paciente sepa, aproximadamente, cuando será visitado, ya sea en primeras, sucesivas o pruebas secundarias diagnósticas. No hay forma de que el paciente al que se le garantiza una espera máxima pueda reclamar si se supera el tiempo que se le ha garantizado ya que no tiene esa información a su alcance.

Todos sabemos que la lista de espera o de demora es una forma de regular la demanda. Es un mecanismo clásico de los servicios públicos que son gratuitos para el paciente (que no quiere decir que no tengan un coste importante). Más demanda más espera, disminuye la demanda. La lista de espera debe ser pública, veraz y fácilmente accesible al ciudadano para que pueda ejercer su supervisión y exigir a los gestores sanitarios y a los políticos que pongan los recursos necesarios cuando se exceda ese tiempo prometido.

La demora de lista de espera debería estar en un lugar accesible y público en todos los lugares en que se dan citas, como el precio de la gasolina en las gasolineras o el cambio de moneda en los bancos.

Ya saben en derrota transitoria, pero nunca en doma.

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