A nadie le gustan los hospitales. Hay que ir, pero reconózcalo, no se iría a un hospital un sábado por la mañana por gusto. A los niños les gustan menos. Los pequeños no son muy amigos de las batas blancas, ni de los quirófanos, ni de las camillas. Ni siquiera de las salas de espera. Cuando van por primera vez a un hospital puede picarles la curiosidad. Una sencilla revisión tal vez no deje mal sabor de boca. Pero cuando la visita es por enfermedad y tienen que volver, cuando ya saben lo que les espera allí dentro, a veces lloran, gritan y patalean. Sienten miedo solo de olerlo. Ante la enfermedad a veces no solo vale la medicina. Parte de la terapia es el modo de tratar al paciente. La risa o el juego pueden amortiguar muchos malos ratos. Es algo que cada vez más hospitales tienen en cuenta y que los pacientes, más si son peques, agradecen.
Creo que aquí en Ibiza, Can Misses, es un gran ejemplo. Payasos, música, teatro...y una amplia gama de iniciativas que humanizan el sistema sanitario. La última, dos coches de policía eléctricos que se utilizarán para llevar a los niños de Pediatría al quirófano y a pruebas diagnósticas. Unos juguetes que por cierto, llegaban donados desde la Policía Local de Vila. Son idénticos a los que ellos usan en sus servicios. ¡Solo había que ver las caras de los pequeños! ¿Quién no quiere subirse a un coche de policía con esa edad? Los ojos les brillaban tanto como las lucecitas de colores de estos vehículos a tamaño reducido. ¡Con qué poco se puede hacer que olviden donde están y, sobre todo, a dónde van. Los médicos dicen que cuando los niños llegan con menos estrés no son necesarios tantos sedantes y por lo tanto la recuperación es más rápida. La alegría también es medicinal.