Tuvieron buen ojo Sofía Herranz y Marta Díaz cuando apoyaron en solitario la candidatura de aquel Pedro Sánchez que recorría los pueblos de España con su vehículo para ser el líder socialista después de haber tenido que dimitir por aquel famoso «no es no, qué parte del no no ha entendido» cuando su partido tenía que abstenerse en la investidura de Mariano Rajoy. Recordemos que, excepto Herranz y Díaz, todos los demás socialistas pitiusos, y también mallorquines y menorquines, optaron por otros líderes del PSOE, pero ya se sabe que la política tiene una parte de épica que la hace interesante para los ciudadanos. Lo previsible no interesa a nadie. Aunque algún insigne político ibicenco desconozca por completo la trayectoria de Churchill, recordemos que aguantó en la oposición cuatro años hasta que volvió a alcanzar el poder ya con edad para jubilarse y después de haber ganado la Segunda Guerra Mundial.
Sánchez es la resistencia pura. Aguantará hasta el final, no lo duden. Si tiene que poner a sus órdenes el CIS lo hará sin despeinarse. Lo mismo que con la Abogacía del Estado y con la Fiscalía General del Estado. No tiene el más mínimo escrúpulo en poner a las órdenes de sus intereses las instituciones que teóricamente tendrían que ser neutrales e independientes. Eso le da absolutamente igual. Y los colegas periodistas de Madrid que empiecen a acostumbrarse a las comparecencias sin preguntas, aquellas que cuando las protagonizaba Rajoy indignaba tanto a la profesión y que ahora, excepto algún tuit, se comprende y acepta porque «los periodistas son muy pesados», como dice el director de comunicación de Sánchez, un escándalo que la ahora «plural» RTVE no le haya dedicado ni un segundo. Acostúmbrense pues a que Sánchez, capaz de romper la alianza con Podemos, engañar a ERC, al PNV y a Bildu la misma mañana. Si pasa eso, no olviden que ya lo avisé.