Por favor que nadie se me confunda. El franquismo fue horrible. Uno de los períodos más oscuros de nuestra historia más reciente. Así me lo han transmitido muchos mayores de mi familia que lucharon, cada uno a su manera, para conseguir la democracia. Gracias a ellos aprendí que todo país, colectivo o persona aprende de sus errores y es bueno recordar lo que pasó. No mirar para otro lado para no regresar a aquellos años donde no había ningún tipo de libertades.
Mis padres lucharon mucho por la libertad de expresión. Aún recuerdo a mi padre contándome como viajaba a Andorra junto a mi madre y mis padrinos y traía escondidos en los forros de su coche los discos de cantautores que estaban prohibidos. Lucharon por cantar a un mundo mejor sin temor a ello y al final consiguieron que a día de hoy en este país, cualquiera salvo Willy Toledo pueda decir lo que quiera, siempre que no dañe a los demás. Son logros de los que no otros muchos países pueden presumir.
Por eso reconozco que estoy indeciso. No sé muy bien que pensar sobre la decisión del PSOE de incluir la apología del franquismo y su exaltación en la reforma del Código Penal que pretende impulsar el Gobierno. Por un lado lo veo lógico. No hay que volver a los tiempos pasados. Pero me dan miedo los límites para ser sancionados. Qué podré hacer o que no hacer. Podré hacer un chiste o no. Podré vestirme de Franco para ridiculizarlo o no. Podré escribir sobre ello en un artículo de opinión o no... Podré enseñar a mi hijo esa canción que yo cantaba de pequeño y decía «Franco, Franco, que tiene el culo blanco porque su mujer lo lava con Ariel»... Yo no soy jurista ni aspiro a ello. Soy periodista y un firme defensor del humor. Y por eso... perdonen pero estoy preocupado.