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Opinión / Jorge Montojo

Besos narcóticos

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La mar estalla voluptuosa bajo un sol que narcotiza cualquier acción que no siga la senda del deseo. La brisa guarda aromas de al.lota primaveral y el mundo se torna más mozo y sensual caprichoso. Hay un ansia de gozo muy natural en la bendita estación de La Dama que rejuvenece el corazón; también como contrapunto al arresto domiciliario y los tambores de guerra, que vuelven a sonar con los irresponsables políticos (el hacha se había enterrado en una generosa Transición que los amargos cainitas pretenden invalidar).

El Dr. Sánchez pactó con los extremistas de los cuales antes renegaba y hoy España vive tremenda tensión. La cortesía y el sentido común, tan fundamentales para cualquier tipo de acuerdo, se difuminan en medio de una espesa vulgaridad y absurdos artificios de vedette recauchutada que solo engaña por televisión: aló presidente. La claridad no interesa, el tacto es plastificado («El honor no se compra», ha dicho la Guardia Civil) y falta valor y sobra vanidad para que el poder reconozca sus desmanes: Un camello pasará por el ojo de una aguja antes que un político (a diestra y siniestra) admita su responsabilidad.

Cervantes decía que el andar tierras y comunicar con diversas gentes hace a los hombres discretos. Nuestra clase política viaja mucho pero no tiene mundo (aunque sí mucha picaresca). Por eso hay que vigilarlos mejor, con organismos verdaderamente independientes, y proteger la separación de poderes que ya hace años otro pícaro daba por muerta.

Pero las olas bailan tornasoladas en calas color de absenta y el baño sin multitudes es homérico. Y Nausicaa toma el sol sobre una roca plana, siempre dispuesta a rescatar al náufrago harto de la política.

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