La Conselleria de Patricia Gómez ha reculado, pero no lo ha hecho como debiera. Ahora reconocen que se debe poder acceder libremente al Eixample de Vila y, con ello, al Mercat Nou. Ahora no moverse de casa no constituye nada más que una mísera recomendación no sujeta a ningún tipo de control. Es decir, las nuevas recomendaciones del Govern tienen como única utilidad llenar las páginas de los periódicos de propaganda.
Las restricciones no han servido para nada, salvo para asestar un duro golpe a las economías familiares de los comerciantes que hacen un esfuerzo titánico para sobrevivir a la incompetencia de la consellera. A la suya, se suma la inoperancia del primer edil de Vila que todavía no sabe si se puede restringir la movilidad sin la declaración del estado de alarma. Rafa Ruiz dejó perpleja a la opinión pública con este desconocimiento, en tanto que durante los últimos días su Govern decretó precisamente limitaciones a la movilidad en el municipio del que debiera ser alcalde.
Tanto Patricia Gómez como él son los ejemplos cristalinos de que el buque navega sin capitán y sin rumbo. ¿Cómo no vamos a ser el país más azotado por la pandemia si tenemos unos representantes que incluso desconocen las medidas que ellos mismos dictan? ¿Cómo no va a ser nuestra comunidad una de las más afectadas si tenemos un Govern que no quiso hacer PCR en aeropuertos porque quien lo pedía era la oposición? El sectarismo es la mayor pandemia que sufre buena parte de nuestra generación política porque les ciega y les impide ver más allá de sus siglas. Atrás quedaron esos tiempos en los que había entendimiento, intelectuales en los escaños y predisposición al diálogo. Si no fuera por el inmenso esfuerzo de nuestros sanitarios, uno podría pensar que vamos a morir todos.