El pasado martes por la noche, el ángel de la guarda que tiene asignado Formentera volvió a actuar por enésima vez. Ese ángel al que muchos residentes atribuyen que no haya más muertes en la carretera de la isla o que esta se salve de grandes incendios forestales a pesar de las muchas imprudencias que se cometen cada verano, esta semana tuvo de nuevo faena con el accidente del ferry que chocó contra el islote de Castaví con 12 pasajeros a bordo y cinco tripulantes. Todos ellos fueron rescatados sanos y salvos, después de un par de horas de incertidumbre y varios intentos imposibles.
Ni la embarcación de Salvamento Marítimo, ni el ferry de Mediterránea Pitiusa podían actuar por la poca profundidad de la zona donde encalló el Eco Lux y finalmente una semirrígida de Isla Azul fue la solución para sacar a los náufragos de las plataformas salvavidas.
Pero no podemos sobrecargar de trabajo al ángel, que un día estará de baja o en huelga y no tendremos tanta suerte. ¿Cómo es posible que Formentera no disponga de una embarcación o de un protocolo para un salvamento de este tipo? Una isla de la que únicamente se puede entrar o salir por mar debe contar con recursos para hacer frente a una situación así.
La noche era apacible, la temperatura agradable, el agua a 24 grados y la mar tranquila, pero ¿qué hubiese pasado si hubiese habido temporal, en una noche gélida de invierno? ¿Cómo hubiesen acabado los ocupantes de la embarcación después de dos horas de espera? Hace un par de años el capitán de marina mercante, Joan Torres, recogió 1.523 firmas para una petición de una base de Salvamento Marítimo en Formentera y las entregó al organismo. Pues por allí deben estar, en algún cajón. Y lo peor de todo es que allí seguirán.