En un país serio, la actual presidenta del Govern, Francina Armengol , su consellera de Salud, Patricia Gómez , y el director general de Comunicación, Álvaro Gil, estarían en su casa lamiéndose las heridas desde que el jueves les estallara una bomba por andar, entre otras cosas, cerrando bares en plena segunda ola.
No solo por decencia, por estética, por dignidad y amor propio, sino porque la opinión pública, los compañeros de partido, los socios de investidura y los socios de gobierno lo hubieran exigido sin matices ni subterfugios, no aceptando pasar página como si nada, que es lo que parece que pasará provocando un bochorno generalizado y agravando aún más la desafección y desconfianza en nuestra clase política.
Los tres tienen argumentos de sobras para justificar una decisión que no llegará ni, lo que es peor, será exigida tampoco por quienes se reafirmarán como perritos falderos y cómplices de la fechoría. Con todo lo que sabemos, aferrarse al cargo o hacer como si estuviera lloviendo, solo puede entenderse desde una perspectiva descorazonadora: tener la cara más duro que el cemento armado, amén de insultarnos a todos, al tratarnos por tontos.
Primer error.
La presidenta del Govern cometió una torpeza impropia en alguien de su experiencia yéndose a cenar con algunos de sus compañeros de gabinete el pasado 6 de octubre. La agravó yéndose a tomar copas después, ignorando sus propias e intensas recomendaciones de erradicar los contactos sociales de nuestra vida.
No es necesario por redundante y por ser metafísicamente imposible, llevamos meses así, recordar las innumerables veces que el Govern, bien en boca de la propia Armengol, bien en la de Patricia Gómez, de otros conselleres o de directores generales y de los expertos independientes Javier Arranz y Margalida Frontera nos ha pedido a todos, a algunos hasta por carta como a los médicos y a las familias y a los docentes, que evitemos al máximo el contacto social y que reduzcamos nuestras salidas a aquellas que sean estrictamente imprescindibles, que la lucha contra la propagación de la pandemia es cosa de todos, que la victoria pasa por la responsabilidad personal, ya que el principal problema que tenemos es precisamente este tipo de episodios, donde se relajan las medidas de seguridad. En base a esta justificación, Armengol y los suyos han destrozado miles de negocios y de puestos de trabajo, nos han prohibido todo tipo de actividades en todo tipo de ámbitos, nos han impuesto todo tipo de medidas, algunas aun sin saber ni demostrar que realmente sirvan para algo, como la de llevar mascarilla a todas horas.
La cruzada llegó a tal punto que incluyó en el régimen sancionador a los asistentes a las fiestas ilegales en virtud del argumento de que todos somos responsables de acabar con el coronavirus. A pesar de la dureza de las medidas y de las contradicciones, la sociedad las aceptó y las cumplió, salvo las inevitables excepciones. Las copas de Armengol de madrugada en el Bar Hat de Palma, local que lleva camino de ser tan famoso como el puticlub Rasputín de Moscú que se llevó por delante al entonces gerente del Ibatur, Juan Carlos Alía , son un insulto, una falta de respeto intolerable a todos aquellos que han sufrido y sufren restricciones, son inaceptables y son injustificables, se mire por donde se mire porque destroza toda la estrategia del Govern de los últimos meses.
Segundo error.
Remató su hazaña al incumplir su horario de cierre, el que ella misma lleva dictando con orgullo y satisfacción desde hace meses, aspecto que siendo muy grave realmente no quita ni pone a lo nuclear de este asunto y donde reside la gravedad del episodio: se ha quedado sin autoridad y sin credibilidad.
Que la persona que ha bendecido todo aquello que ha sido aprobado en esta Comunidad, que ha querido convertirse en la campeona nacional en la lucha contra el coronavirus alardeando de ello en cada ocasión que ha podido, que el martes pasado sacaba pecho en su discurso del debate de la Comunidad por ser la primera en cerrar el ocio nocturno, la primera en cerrar determinadas calles, de las primeras en cerrar playas por la noche y en prohibir botellones, la única que ha prohibido fumar en espacios públicos, de las primeras en obligar a llevar mascarilla a todas horas, la primera en confinar barrios y la primera que aprobó un instrumento legal para que las policías pudieran vigilar a los contagiados, se lo salte todo sin el más mínimo pudor es motivo de que se vaya a casa.
Otros lo hicieron por menos y les dignifica. Neil Ferguson , asesor del gobierno británico, cuyos análisis fueron clave para endurecer las medidas contra la Covid-19 en el Reino Unido, dimitió por verse en su casa con una mujer que atravesó dos veces Londres en pleno confinamiento. Dimitió la consejera de Sanidad de Escocia, Catherine Calderwood , tras difundirse una fotografía suya tomada cerca de su segunda residencia en Earlsferry, incumpliendo así las propias normas de confinamiento del Gobierno escocés.
El comisario europeo de Comercio, Phil Hogan , dimitió por haber ido a una cena de gala en un club de golf con 80 personas cuando el gobierno irlandés permitía entonces un máximo de 15, evento que también se llevó a otro comensal, el ministro de Agricultura de Irlanda, Dara Calleary . Ir a la playa saltándose la cuarentena también se llevó por delante al ministro de Sanidad de Nueva Zelanda, David Clark, a pesar de que en todo el país había menos casos que los que hay ahora en cualquier barrio de Vila. El director vasco de Emergencias, J on Sánchez, se saltó el confinamiento y se fue a casa, el alcalde de Badalona, Álex Pastor, también, con el agravante de que conducía borracho, estado en el que estaba el alcalde de Manlleu, Álex Garrido , cuando fue expulsado de un local en plena pandemia, a pesar de que no constan incumplimientos sanitarios, y con ello del Ayuntamiento.
Muchos otros han dimitido por incumplir normas que, al contrario que Armengol, no han sido dictadas por ellos. Ella, los que la aplauden, los que agachan la cabeza y la secundan, la ministra de Medio Ambiente de Israel, otro asesor de Boris Johnson prefieren convivir con el bochorno y despojados de auctoritas que dignificarse a sí mismos y a la institución a la que representan y se deben. Y eso que no tiene nada de qué preocuparse, al contrario que los miles de empleados de la castigada hostelería, porque ya le buscarían las bocas agradecidas un retiro dorado en el Senado, como delegada del Govern en Madrid, como presidenta de Autoridad Portuaria o como eurodiputada, tal como mandan los usos y costumbres.
Tercer error.
No teniendo suficiente material para que se le cayera la cara de vergüenza, el dislate adquirió dimensiones cósmicas cuando desde el Govern pidieron auxilio al Ayuntamiento de Palma (nadie en su sano juicio puede pensar que la operación la montó motu proprio el jefe de la policía municipal), con el objetivo de evitar que se conociera el caso, primero amenazando a los policías para evitar filtraciones a la prensa y después haciendo desaparecer el parte levantado por los agentes que acredita que Armengol estaba a las puertas del bar a las 2 de la madrugada. El alcalde Illa, salpicado.
Cuarto error.
Para rematar la faena, negar al Diario de Mallorca la versión de los hechos con un sonrojante «no comentamos mentiras» que horas después fue corregido a través de un penoso comunicado que ha servido para, entre otras cosas, demostrar el escaso nivel intelectual de los que lo han diseñado, que dibuja un estampa más propia del 13 Rue del Percebe y que, lo que es más grave, y que no cumplió el horario de cierre decretado por ella misma, ya que, en caso contrario, no se hubiera utilizado el «alrededor de la una de la madrugada» y se habría asegurado sin ambages que abandonó el local antes de la hora de cierre en la patética cronología de los hechos.
Lejos de hacer esto, la costosa maquinaria política del Consolat de la Mar redactó un comunicado que da vergüenza ajena. Primero porque admitió oficialmente que todo era cierto y que, por lo tanto, el día anterior trató Presidencia de engañar a un periodista, a un medio de comunicación al que hay que felicitar por hacer su trabajo y a toda la opinión pública con el objetivo de evitar que estallara el escándalo. Solo dar la orden de negar la información, la propia Armengol o Álvaro Gil, es motivo para andar metiendo las fotos personales del despacho en una caja porque no merece que les paguemos su salario. Se concluye del comunicado que nos tratan de tontos, de imbéciles y como si fuéramos niños, contándonos una sarta de elementos accesorios que no aportan nada y que evidentemente no sirven para justificar lo injustificable.
Que se atrevan a relatar que la noche del 6 de octubre se reunieran en una cena de trabajo varios miembros del Govern, que de camino a casa Armengol, Marc Pons y Álvaro Gil siguieran la conversación como si no se diera por supuesto y que sorprendentemente encontraran un bar abierto -¡milagro! debieron de exclamar, no están todos cerrados todavíaal que no pudieron evitar la insana costumbre que tenemos los españoles de entrar para seguir la conversación y que «alrededor» de la una salieron del mismo, pero que no se pudieron ir a casa porque Álvaro Gil tuvo un desfallecimiento porque el pobre hombre se está medicando por ansiedad laboral y aun así, abnegado y leal colaborador, se va de cena y de copas con la jefa, motivo por el cual la patrulla de la Policía Local de Palma les cazó a las 2 de la madrugada en la calle, sin que a nadie se le hubiera ocurrido que lo mejor en estos casos es llamar a una ambulancia, es de traca. Ja, ja, ja.
Quinto error.
Todos recordamos al entonces Rey Juan Carlos I saliendo del quirófano y pidiendo disculpas por el escabroso episodio de Botwsuana. Cuando te equivocas, todos lo hacemos, lo mejor que puedes hacer es admitirlo, pedir perdón y garantizar que no volverá a suceder. No hacerlo, burlarse a la cara de nosotros, echarle la culpa al Partido Popular, al que hay que felicitar por haber contribuido a destapar el caso, y esperar a que la actualidad esconda la mierda debajo de las alfombras del Consulat de la Mar es penoso.
Doble rasero.
Tiene suerte Armengol de ser socialista y de que La Sexta no le hará el más mínimo caso, al contrario de que lo pasó con Rajoy camirriendo (caminando y corriendo). También de que en Europa la cosa se ha puesto muy fea en dos semanas con la bajada de las temperaturas y de que estamos, una vez superada la esperpéntica moción de censura de Vox, enzarzados en el eterno debate sobre el estado de alarma, ahora aderezado con el toque de queda para evitar que inconscientes ciudadanos como Armengol no hagan caso de las recomendaciones y vayan del trabajo, el que lo tenga, a casa, que es lo que hemos de hacer.
En caso contrario, solo si el escándalo llegase a Madrid, y, con él, Pedro Sánchez se viera amenazado y, al mismo tiempo, identificase la oportunidad de acabar con una malvada enemiga que osó no apoyarle con lo guapo que es («Nuestros adversarios están enfrente, nuestros enemigos atrás», dijo Winston Churchill ), Armengol podría tener dificultades. También pueden ponerla en un aprieto los nacionalistas de Més per Mallorca que no sabemos si esperan a que escampe el temporal o están afilando los colmillos. Podemos no están ni se les espera. Me encantaría ver un video de la youtuber Gloria Santiago , «pss, pss, Barmengol…».
Mientras, manual de Rajoy (sé fuerte), resistir y esperar a que otra torpeza, otra decisión, otro conflicto como el toque de queda a nivel nacional tape el escándalo y lo diluya. Lo hará en cualquier caso, tocada, muy tocada, ya que nunca más nos podrá mirar a los ojos desde una tribuna o un atril diciendo cosas que ella no ha cumplido porque se ha bebido su credibilidad a sorbo de gin tonic en el Hat.
Gómez aún peor.
Más difícil lo tiene todavía para abrir la boca, y ya es decir, la consellera Patricia Gómez, quien en lugar de dimitir directamente no por incumplir sino por estar a las órdenes de quien incumple, sale en su defensa, se desautoriza a sí misma y dice todo lo contrario de lo que piensa y ha defendido: «cada uno en su tiempo libre tiene derecho a hacer lo que considere oportuno». Memorable. ¿Qué cara se les debió de quedar a Javier Arranz y a Margalida Frontera cuando escucharon la oda a la libertad de quien nos la ha cercenado hasta ahora? ¿Con qué auctoritas saldrán a ahora a sermonearnos con que nos quedemos en casa cuando sus jefas hacen caso omiso al discurso nuclear de los últimos meses? Víctimas colaterales que quedan en una posición difícil y que, si no lo han pensado, también deberían pensarse irse a casa para evitar seguir haciendo el ridículo por cuenta ajena.
¿Quién había en el bar?
El relato del Govern, el del dueño del local y el de la Policía de Palma no coinciden en un aspecto que no ha sido aclarado aún. Según la infame nota que Presidencia bien se podría haber ahorrado, al Hat fueron Armengol, Marc Pons y Álvaro Gil, es decir, la mitad de los que fueron servidos por Alexander Rodríguez , el propietario del local. La Policía Local contó a nueve personas en el interior del local y el propietario dicen que solo estaban él y su mujer, ya que se habían quedado dentro por si el desfallecido Gil necesitaba ayuda, algo que puede ser verdad o una mera fabulación para tratar de evitar la multa que supondría para él que Armengol y sus cinco acompañantes estuvieran ufanos tomando copas a las 2 de la madrugada.
Pilar Costa se libra.
La política mejor pagada de Baleares es Pilar Costa . Y lo es en virtud de su salario como consellera de Presidencia, del sobresueldo de 22.000 euros por no ser mallorquina, de los 10.000 euros al año como consejera de Autoridad Portuaria, y de la dieta globalizada de 24.000 euros que cobra del Parlament por también ser diputada. Armengol obligó a todos los consellers a abandonar el acta de diputado cuando logró conformar Govern.
Lo hizo para no mermar las capacidades del grupo parlamentario, aunque los parlamentarios que dan soporte al gobierno poco trabajo tienen, para liberar a los consellers y para tener a más de los suyos colocados con un buen sueldo y, por lo tanto, más bocas agradecidas como el hijo de Agustinet, cuya labor en el hemiciclo está pasando tan desapercibida como las de los otros diputados socialistas ibicencos.
Armengol dispensó a Pilar Costa de la renuncia para que la política ibicenca pudiera relevarla en el caso de necesidad, ya que el presidente de la Comunidad ha de ser diputado. De momento, seguirá calentando en la banda. Sin mascarilla en abril. Okdiario publicó una fotografía de la presidenta del Govern, Francina Armengol el pasado mes de abril sin mascarilla, ni guantes, ni guardar la distancia de seguridad en el Mercat del Olivar de Palma, próximo a su domicilio y, por lo tanto, al bar Hat . No era obligatorio entonces, aunque las autoridades recomendaban el uso de ambos elementos.
SIN AUCTORITAS
Se mire por donde se mire, es inaceptable el episodio del Hat porque destroza el discurso nuclear del Govern
DIMISIONES POR MENOS
Otros se fueron a casa por incumplimientos de las normas que ellos no habían dictado como sí Armengol Tocada, de inauguración en Ciutadella. Francina Armengol presidió el acto de reinauguración del Teatro Born de Ciutadella el viernes. Estaba tocada, pero mantuvo el tipo con la profesionalidad que no tuvo cuando decidió irse de copas e incumplir el horario de cierre.