Roma. El nombre del salón en el que iba a realizar la conexión que me traería de regreso a Ibiza ya era un mal presagio. Roma marcó el descenso a los infiernos del Barcelona. Sócrates advirtió que las verdaderas batallas se libran en el interior y eso es lo que le viene sucediendo al Barça desde hace años, quizás desde la misma fundación del club.
Llegaba al Camp Nou una Vecchia Signora que quería hurgar en la herida abierta por el Cádiz. Huérfano del vértigo y de la improvisación del galo Dembélé, los azulgrana se lo jugaban todo, una vez más, al acierto de un Messi que ya está hastiado. En la Juventus, un Cristiano que sigue con su idilio con el gol, especialmente desde los once metros. CR7 vacunó en dos ocasiones a los azulgrana. Pena máxima. En París, mientras tanto, el cuarto árbitro la liaba parda señalando al autor de una falta con un: «ha sido ese negro». El colegiado rumano se afanaba en explicar que en rumano, negro, no es negro. Partido suspendido. Para esa hora, el Hypatia de Alejandria iba salvando los efectos de la borrasca Dora en un punto entre Valencia y las Pitiusas. En la butaca contigua, un sexagenario estaba más por otro partido e iba regalando ‘likes’ o lo que se tercie en Badoo. El aislamiento cada uno lo lleva como puede. En el Hypatia, la mayoría de caras eran las mismas que el viernes nos tiramos otras ocho horas de conexión marítima para llegar a Valencia tras dar la vuelta a la isla. Cosas del aislamiento, la falta de oferta y es Freus. El puente de la Constitución y de la Inmaculada se esfumaba y en el Camp Nou se consumaba la debacle. Rafa Cabeleira sentenció que «a belleza en el desastre no nos gana nadie, si acaso la familia Flores».
El telón de la primera fase de la Champions se bajaba en un día para la historia con las primeras vacunaciones contra el Covid-19. Llegaba la hora de pegar una cabezadita hasta llegar a Botafoc. Próxima parada: la todavía denominada Copa del Rey con la UD Ibiza, la Peña Deportiva y el CD Ibiza en liza.