Había un histórico diputado autonómico en la segunda legislatura (1987-1991) que decía que el tránsfuga no era él sino el partido por el que se presentó. Carles Ricci fue uno de los primeros tránsfugas de la actual etapa democrática. Dejó el CDS para apoyar según sus intereses personales.
Luego llegó Carlos Peralta, diputado socialista, que abandonó su partido para apoyar al PP en Menorca. Eso sí eran tránsfugas de verdad, no los de ahora, que son torpes incluso en sus malas artes políticas de cambiar de gobierno o de mantenerse a él. Lo de Murcia empezó mal y acabará mal. Es poco justificable la postura de los diputados de Ciudadanos que querían apoyar la moción de censura sobre supuestos casos de corrupción del PP que nunca denunciaron, e igual soez e impresentable es la posición de los diputados que se quedarán en el gobierno autonómico en un claro caso de transfuguismo.
Sí, son tránsfugas. Evidentemente los hay ahora que se rasgan las vestiduras, y con toda la razón del mundo, pero me sorprende que no hicieron lo mismo la pasada legislatura en Sant Antoni cuando una concejala del PI decidió apoyar al gobierno del PSOE en contra de la postura de su partido.
Algún día se sabrán los auténticos motivos de aquel episodio del que se aprovecharon los socialistas ibicencos, pero los últimos acontecimientos que se viven en España demuestran que para algunos lo importante no son las colas del hambre, ni las empresas al borde de la quiebra, ni las personas que siguen en las UCI por la pandemia.
Lo importante es el poder, a cualquier precio, pero afortunadamente, como ocurrió la pasada legislatura en Sant Antoni, recuerden, los ciudadanos suelen castigar severamente este tipo de actuaciones. Los electores no suelen perdonar.