La reforma del hotel Six Senses en la bahía de Xarraca sigue ofreciendo imágenes funestas que causan tanta tristeza como indignación. Esta semana han empezado las obras de un muelle para que sus exclusivos clientes puedan ir del yate al hotel sin tener que sufrir mezclarse con la plebe.
Este establecimiento, que se autoproclama como adalid del ecologismo, no ha dudado en perforar el fondo marino con percutor y taladro para atornillar el mamotreto autorizado por la mismísima Demarcación de Costas, además de vaciar allí el cemento necesario. Sin duda, se trata de una proeza y un ejemplo de sostenibilidad. Por si fuera poco, Costas les ha otorgado una concesión mediante la cual pueden poner 4 kayaks, 2 paddlesurf y varias boyas para que barcos de gran eslora adornen la antaño tranquila costa de este bello rincón del norte de la isla.
La Demarcación de Costas es ese organismo sin cara y ojos que opera con total discrecionalidad y facilita la vida a los hoteles de cinco estrellas pero trata como criminales a los propietarios de casetas de pescadores que quieren arreglar una puerta o la escalera para bajar su llaüt.
Estos criminales son en realidad los que protegen y cuidan la imagen más auténtica de la costa pitiusa sin obtener beneficio alguno. Su mácula yace en no tener tanto dinero como los hoteleros que obtienen concesiones como caramelos con los que endulzan sus bolsillos.
A ojos de Costas, privatizar de facto la costa, sembrar yates por los pocos rincones vírgenes que quedan y perforar el fondo marino son actividades a incentivar, mientras que cuidar de las casetas que hicieron nuestros abuelos para pescar o poner cuatro mesas de madera en un chiringuito de playa son aberraciones intolerables. Tants vengueren que de casa mos tragueren.