Acabo de cumplir 50 palos, como diría Pau Donés y con ese motivo me han regalado su libro 50 palos y sigo soñando y lo estoy devorando con pasión.
Es un relato honesto lleno de vitalidad que cuenta anécdotas del día a día del que fue una de las estrellas latinas internacionales, aunque el nunca llegó a creérselo demasiado. Su relación con Formentera aparece continuamente, así como sus amigos isleños, Pepita y Toni Planells ‘Mendrugo' y el añorado quiosco de Anselmo. No hay duda de que la isla, su paisaje y su paisanaje marcaron profundamente una vida intensa hasta el último minuto.
Entre las muchas lecciones de vida que he encontrado en el libro de Pau, hay una que me gustaría compartir con usted. En uno de los capítulos, Pau explica un viaje a Marruecos en el que inevitablemente acabaron en una tienda de alfombras. En ese establecimiento, una especie de ‘Dalí marroquí' les estuvo mostrando durante horas centenares de obras de arte hechas en piel de camello con toda suerte de dibujos y colores. En un momento, Pau hizo ademán de que se le estaba haciendo tarde, ante lo que el magrebí daliniano espetó: «Prisa mata, amigo».
Sabias palabras las del vendedor de alfombras que a Donés le hicieron reflexionar sobre su atropellada vida con la agenda siempre a tope: «Yo siempre a full, siempre con el cuentarrevoluciones a tope, como si el mundo se fuera a acabar mañana». En ese capítulo, Pau confiesa estar seguro de que gran parte de la culpa del «cangrejo» que acabó con su vida «lo tiene la urgencia con la que he vivido».
Cuando Pau escribió esas palabras tenía claro que no se quería ir, pero el «cangrejo» ganó la partida, con lo que esa reflexión tiene hoy todavía más fuerza si cabe. Así que ya sabe: «Prisa mata, amigo».