Cuando la legislatura ya ha cruzado el ecuador, los partidos políticos van perfilando la carrera hacia las elecciones de 2023. El PP, con el nombramiento de Marga Prohens como presidenta, ha sido el partido más madrugador y aspira a recuperar el poder a la izquierda con una mujer joven, oradora incisiva, y ha puesto punto y final a la etapa de transición protagonizada por Biel Company. Prohens se ha apuntado al efecto Ayuso, pero no es suficiente.
El PP balear es un partido que necesita reactivarse a fondo después de algunos años de ir al ralentí, al menos en Mallorca, con problemas de identidad en la oposición y superado por las circunstancias políticas. Ya se sabe que en la política hay ciclos y parece que Armengol, tras una primera legislatura plácida, se encuentra en su peor momento y con una oponente (Prohens) que le puede hacer sombra.
La imagen de Armengol, protegida por la mayoría de medios, cotiza a la baja y parece una evidencia que la crisis sanitaria le pasará factura. Si ya es difícil gobernar en las actuales circunstancias, Armengol tampoco podrá contar mucho con sus socios de gobierno (Més per Mallorca y Podemos), desaparecidos en la crisis sanitaria e irrelevantes en la gestión en las consellerias que dirigen, especialmente los podemitas, más preocupados en mantener los pluses para sus altos cargos que en defender su propio perfil en el Govern. Y luego está el PI, que con la salida de Amengual de la presidencia tiene muchas posibilidades de quedar fuera del Parlament en 2023, lo que supondría un apoyo menos para Armengol para sumar mayoría absoluta.
La crisis de Ciudadanos es otro elemento que beneficia las aspiraciones del PP. Por eso la llegada de Prohens, que debería evitar meterse en charcos lingüísticos de ahora en adelante, es el inicio de un más que probable cambio político en Baleares. Hasta Armengol lo sabe.