Verano tras verano se repite el mismo discurso de la Formentera saturada, los turistas incívicos, el maltrato al medio ambiente y, en definitiva, la tan cansina saturación.
El pleno del Consell del mes de agosto volvió a pedir una reorganización del puerto de la Savina, con la reducción de frecuencias y excursiones, amarres sociales y comerciales, la prohibición de los cruceros y adaptar la llegada de vehículos a la capacidad del puerto. Vamos, lo mismo de siempre, que no se consigue nunca.
La Asociación de Vecinos de la Isla de Formentera AVIF ha vuelto a poner el grito en el cielo en ese mismo sentido, pidiendo la regulación de embarcaciones de transporte y el cumplimiento del Plan Rector de Usos y Gestión del Parque Natural.
El confinamiento y el cierre del puerto a visitantes, dio un respiro a nuestra isla, que enseguida ésta agradeció con aguas más cristalinas todavía y un hábitat natural en su máximo esplendor. Esa fue una señal clarísima, pero seguimos sin entenderla.
Es lo mismo cada año, incluso en plena pandemia.
Y volverá a pasar lo de siempre, llegará octubre, tocará recuperarse de la paliza del verano y las reivindicaciones serán con la boca más pequeña y los que tienen que cambiar todo esto que se pide seguirán mirando hacia otro lado, mientras algunos otros gozarán del invierno contando los euros acumulados, a modo de Tío Gilito. Los vecinos proponen la creación de un Manual de Instrucciones «para uso y disfrute responsable de nuestra querida y frágil isla». Pues parece buena idea, el problema va a ser: ¿Quién vigila que el manual se aplique correctamente? También proponen «educar» y «concienciar de lo frágil que es nuestro ecosistema». La voluntad es muy buena, pero la educación debería venir de casa.