Jesús pregunta a sus discípulos:¿ Quién dicen los hombres que soy yo?. Tu eres, respondió San Pedro, Tu eres el Cristo, el Hijo de Dios. Y les ordeno que no hablasen a nadie sobre esto. Y comenzó a decirles claramente que debía padecer mucho hasta morir y resucitar después de tres días. Pedro, tomándole aparte, se puso a reprenderle, -no quería que el Maestro padeciera y muriera-, el Señor lo increpó y le dijo: tu no sientes las cosas de Dios sino las de los hombres. Jesús quiso afirmar que su misión no era terrena sino espiritual, y que por eso no puede ser entendida con meros criterios humanos. El cumplimiento de su misión se realizaba mediante su Pasión y Muerte.
El sufrimiento del cristiano, unido al de Cristo, es también medio de salvación. Cuando el Señor dijo: si alguno quiere venir en pos de mí, tome su cruz y sígame. Todo este pasaje está contemplando precisamente el destino eterno del hombre. A la luz de la esa vida eterna es como se ha de valorar la vida presente. Esta vida no tiene un carácter definitivo ni absoluto, sino que es transitoria, es un medio para conseguir la vida definitiva del Cielo. Lo que verdaderamente importa es que seamos felices y nos salvemos. Hay una especie de miedo a la Cruz, a la Cruz del Señor. Es que hay una manera de llamar cruces a todas las cosas desagradables que suceden en la vida, y no saben llevarlas en sentido cristiano, con visión sobrenatural.
En muchos sitios se ha quitado la cruz en lugares públicos y en casas particulares, en los que no se ve ningún signo religioso. En la Pasión, la Cruz dejó de ser símbolo de castigo para convertirse en señal de Victoria. La cruz es el emblema del Redentor. En la Cruz, está nuestra salud, nuestra vida y nuestra resurrección. Por la cruz a la luz. La cruz manifiesta el amor de Dios. “Me amó- Jesucristo- y se entregó a la muerte por Mí.”