Es habitual que en los medios de comunicación aparezcan noticias sobre conflictos, peleas, insultos, agresiones, etc. relacionados con la práctica del fútbol, no solo a nivel profesional sino también en categorías infantiles o juveniles. Incluso se podría decir que estos hechos ya no sorprenden, se asume que el fútbol es un deporte donde pasan estas cosas, provocando que algunas familias no quieran que sus hijos practiquen esta actividad. Para entender porque sucede no se debería mirar al ‘deporte rey' solamente como una práctica deportiva, dado que está compuesto principalmente de pasión.
Desde una perspectiva positiva el fútbol sin duda está lleno de valores, empecemos porque es un deporte universal que se puede practicar con independencia de la clase social y origen, donde muchos niños y niñas adquieren habilidades para la vida como el esfuerzo, el sacrificio, la actividad física o incluso la higiene. A nivel educativo es un espació donde se aprende a gestionar la frustración, donde el trabajo en equipo es necesario para conseguir el objetivo, donde se requiere disciplina y compromiso, donde la equidad forma parte de su esencia. A nivel social aparece el compañerismo, el cumplimiento de normas y reglas, el respeto por el contrario, sin rival no se puede jugar. Son muchísimos los valores que se pueden extrapolar de este deporte.
El filósofo y novelista Albert Camus escribió: «Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres se lo debo al fútbol». De la misma forma que aparecen muchos valores positivos, existen aspectos negativos e incluso perjudiciales. La pasión desbordada de familiares y/o aficionados provoca que entrenadores, árbitros, rivales e incluso compañeros de nuestros hijos sean la diana de insultos y recriminaciones.
La ambición por la victoria genera el «todo vale» a través del engaño y el juego sucio. Una competitividad tan intensa que los propios menores no saben y no están capacitados para gestionarla. La necesidad de conseguir éxitos discrimina y selecciona a los jugadores con edades muy tempranas, con tan solo 10 años no les hacen ficha para poder jugar porque no tienen el nivel que se espera. También existe el «mercadeo de menores» entre clubs que intentan llevarse a aquellos que destacan. De igual modo los conflictos históricos entre diferentes clubs, etc. Mención a parte merece la instrumentalización de sus hijos por algunos progenitores que desean un ‘Mesi' para que les mejore la vida. Según las estadísticas solo 1 de cada 1.800 federados podrá llegar a profesional. Podéis estar tranquilos, dejad que disfrute, vuestro hijo no será profesional.
El flamante nuevo entrenador del FC Barcelona decía: «Es increíble como la pasión del fútbol une a tanta gente» (Xavi Hernández), también se le podría añadir «y desune». Quizás la clave está en la gestión de la pasión por parte de los clubs y las familias. De nada sirve que un entrenador se esfuerce en transmitir valores de respeto por el adversario o el arbitro si los padres no hacen lo mismo, y viceversa. Es evidente que se necesita hacer una reflexión profunda sobre el fútbol para conseguir que emerja como un deporte cargado de los valores que no ha dejado de tener.
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