El dinero público no es de nadie». La sentencia podría ser de cualquier paisano entrevistado por la calle a salto de mata, pero no es el caso. La lapidaria afirmación la verbalizó Carmen Calvo, por entonces ministra de Cultura de Zapatero. En su día la frase fue motivo de una agria polémica y también de chanza, pero el escarnio no llegó a las cotas que habría alcanzado si la ocurrencia hubiera salido de boca de Ayuso. Lo peor de todo es que uno podría llegar a pensar que Calvo, jurista y profesora universitaria, sabía lo que estaba diciendo. De la frivolidad a la hora de tratar el dinero también dejó su particular huella la ministra de Hacienda, María Jesús Montero. Para la historia de las videotecas y hemerotecas su particular manera para restar importancia a la desviación de unas cuentas públicas.
«Pasarse en un Presupuesto es fácil. Lo he dicho siempre, chiqui, son 1.200 millones, eso es poco, eso lo quitas o lo pones en una parte del presupuesto», afirmó sin vacilar ante los periodistas o, quizás, vacilando a los reporteros. Cosas del gracejo de la doctora y ministra de Hacienda y Función Pública. Y con todas estas milongas y la cacareada transparencia llegamos a la inyección de cerca de 600.000 euros de la ecotasa a la gala de Los 40. Dos semanas después, el Govern todavía no ha dado una explicación mínimamente decente sobre esta desviación de fondos para unos fines para los que no estaban hechos.
Cualquiera que viese la gala puede certificar que la promoción turística de las Islas fue más bien escasa o inexistente más allá de los clásicos: «buenas noches Mallorca, buenas noches Alpedrete o buenas noches Vinebre» que lanzan los artistas en función de dónde sea el sarao. La cuestión es por qué se quemaron fondos de la ecotasa a ritmo de reggeaton.