La Constitución cumple 44 años de paz y concordia gracias a la nobleza que se dio entre españoles para enterrar el hacha de guerra. La atacan los que no la acatan y pretenden modificarla, pero de momento resiste pese a tanto político mercenario.
Cicerón decía aquello de Senatus bestia est; senatores, boniviri (El senado es una bestia; los senadores, hombres buenos). Muy optimista parecería hoy el viejo ro mano, pues a la vista está que los chupópteros abundan en la teta pública y que encima se protegen entre ellos para diluir su responsabilidad. ¡Ah, la malversación!
En su defensa los políticos gustan repetir que son un reflejo de la sociedad y, que si les criticamos tanto, vendrá otra dictadura. Pero ni la sociedad está tan podrida ni por exigir más democracia vendrá otro tirano.
Sin duda las mejores armas para defendernos de las mafias públicas son exigir transparencia, mayor vigilancia, educación y esgrimir el llano sentido común que une al payés con un pipiolo con máster. Eso es lo que temen los ayatolás extremistas o pícaros aprove chados, y por eso predican su cainita paja mental o transforman el congreso en un muladar. En los bares hay mejores oradores y se insulta con más propiedad.
Actualmente en el Congreso manda mucho una pe ña que no llegaría jamás a un puesto importante en la esfera privada, jaula de grillos que pretende dictar una política de pactos delirantes que las urnas no refrenda rían si los actores lo anunciasen previamente.
Responsabilidad, sentido de Estado, concordia y vo cación de servir a todos los españoles es precisamente lo que falta entre lajauría política. Nada nuevo bajo el sol ibérico, brindis y baile, donde seguiremos echando la siesta si los tahúres no se cargan la Carta Magna.