Cuando una dirigente socialista balear, Silvia Cano, califica de aterradora la simple posibilidad de cambio en el Govern; cuando una vicepresidenta del gobierno de España, Nadia Calviño, descalifica a un medio de comunicación para no contestar a una pregunta parlamentaria de la oposición; cuando el portavoz parlamentario socialista en el Congreso, Patxi López, insiste categórico en que con el PP ni agua para reformar la ley del solo sí es sí contribuyen a encanallar todavía más la relación entre políticos y a extender la crispación sobre una sociedad que demanda sosiego, serenidad y sentido común para aportar soluciones a las dificultades sociales y económicas actuales.
A medida que las encuestas afianzan la percepción de un cambio de tendencia en la dirección de las administraciones, la reacción de la coalición de izquierdas gobernante se hace más desabrida. A raíz de los sondeos publicados recientemente por este periódico la portavoz del PSOE en el Parlament confrontaba su «ilusión» por revalidar el Govern con «un PP con la ultraderecha que, si suman, gobernarán y eso es aterrador». El significativo repudio de un principio esencial de la democracia como es la alternancia en el poder solo consigue despertar suspicacias acerca de cuáles puedan ser los comportamientos de su partido ante la eventualidad de tener que abandonar su actual estatus, si así lo deciden las urnas. Renunciar a la confortabilidad del poder será aterrador para la portavoz, pero denota una insultante falta de respeto a los ciudadanos que dentro de 108 días dictaminarán en un sentido u otro.
En el Senado, esta misma semana, el representante del PP, Javier Maroto, interrogaba a la vicepresidenta Calviño por los avales de 4,3 millones de euros al constructor que pagó con dinero negro la campaña del PSOE de Valencia, información publicada y documentada por el diario El Debate.com. La ministra eludió la pregunta mediante la descalificación del medio, al que hizo responsable de la publicación de «barbaridades y falsedades». El recorrido de la estrategia de matar al mensajero suele ser muy breve y sirve invariablemente para evaluar la nula consideración que se tiene, en este caso la ministra de Pedro Sánchez, por la función de los medios en una sociedad democrática.
La rectificación de la ley del sí es sí, una enmienda en toda regla al propio Pedro Sánchez, a su partido y a todos los que obedientemente la votaron, ha sido emprendida inicialmente en solitario por el PSOE – al final, de alguna manera los socios y aliados tragarán, no fuera a romperse su alianza de intereses – y el PP ha ofrecido sus votos para reparar el desaguisado. A cambio, ha recibido una arisca negativa por parte de Patxi López en la estela de aquel no es no de infausto recuerdo. Y ya no es solo que sea incomprensible el silencio de jueces como los ministros Grande Marlaska, Margarita Robles y Pilar Llop y el vicepresidente de Francina Armengol, el también juez Juan Pedro Yllanes, ante las continuadas ofensas de Podemos por la atribución de culpas del fiasco de la ley a los togados, sino que el número creciente de delincuentes sexuales, ya más de 400, incluidas excarcelaciones, beneficiados por el gobierno de Sánchez exige desterrar de una vez el sectarismo y la incompetencia.