En estos tiempos tan crispados de la política española, con los enfrentamientos enconados entre bloques que parecen dibujar un país partido por la mitad y abierto en canal, voy a escribir unos pensamientos a contracorriente, con la mirada puesta en lo mucho que nos une a las ciudadanas y a los ciudadanos de España y dejando de lado lo que nos separa, que tampoco es tanto ni es tan insalvable como algunos nos quieren hacer creer.
Creo que a todas las personas de nuestro país, especialmente a la inmensa mayoría de gente corriente, pero también a la pequeña minoría de superricos, nos conviene y nos interesa tener un gobierno honesto y eficaz, que convierta a España en un país puntero y próspero, en el cual la excelencia de los servicios públicos y universales sea nuestro mayor orgullo colectivo.
Un país que sea ejemplo en el mundo de cómo conjugar la prosperidad económica con la justicia social y con la sostenibilidad medioambiental.
Un país capaz de asegurar a su gente unos servicios sanitarios y educativos de alta calidad, una justicia rápida y eficaz, unas administraciones ágiles y centradas en las necesidades de la ciudadanía.
Todo eso, nuestras islas, se concreta con políticas estatales para la gente de aquí, garantizando que ningún ciudadano tiene menos derechos que otro por el mero hecho de vivir en un territorio distinto.
Se trata de poner el turismo, que es nuestro principal sector económico, al servicio de las personas residentes y de nuestro territorio, para que se garantice la calidad de vida, el empleo y el poder adquisitivo de las personas de aquí, para facilitar el acceso a una vivienda a precio razonable y para asegurar el respeto y la recuperación de los recursos naturales.
Todo ello a la vez que se ofrece una experiencia mucho más satisfactoria a nuestros visitantes, sin masificación, con sus necesidades atendidas por trabajadores y trabajadoras suficientes, cualificadas y satisfechas con sus condiciones laborales y salariales.
La enorme aceptación social que se derivará de este cambio de enfoque, y su plena sostenibilidad medioambiental son la mejor garantía de que el turismo seguirá siendo nuestra principal fuente de riqueza. Y esto nos conviene a todas, desde el empresario más poderoso hasta el más humilde de los trabajadores.
La vivienda es el ejemplo más claro del cambio de modelo turístico que se va a producir. Actualmente, muchas de las viviendas que se construyeron para que vivieran en ellas las personas residentes - ya fuera cómo propietarias o como inquilinas - se destinan a alojar turistas. Algunas de forma legal, gracias al error histórico de la legalización del alquiler turístico en viviendas unifamiliares que perpetró el PP de Bauzá en 2012 y que el PSOE no ha querido nunca corregir del todo. Y la mayoría de forma ilegal, pero masiva. Según el propio Director Insular de Turismo, en Ibiza hay más camas turísticas ilegales que legales, hasta el punto que confiesa no saber dónde se alojan 100.000 turistas en cualquier día de julio o de agosto.
En una economía puesta al servicio de las personas residentes, todas estas viviendas (hablamos nada menos que de entre 20.000 y 25.000 pisos) volverán a estar a disposición de la gente de aquí, y semejante incremento de la oferta inevitablemente provocará una bajada muy acusada de los precios de los alquileres y también de la compra. Y eso se conseguirá modificando la Ley estatal de Vivienda para que se aplique de forma automática en los territorios tensionados, y para facilitar la erradicación de los usos turísticos ilegales de las viviendas residenciales.
Me siento optimista porque veo a nuestro alcance un país que gestiona bien sus recursos públicos, con honestidad y con rigor.
Porque veo venir un país capaz de garantizar el orden y la seguridad sin necesidad de ser represivo: un país justo, en el que nadie es dejado atrás.
Un país que garantice la verdadera libertad individual a través de una renta universal. Esto no es ninguna quimera, es el futuro inevitable, ya que el avance tecnológico hará innecesarios la mayoría de los empleos actuales, que pasarán a ser realizados por máquinas y por la inteligencia artificial.
Percibo un país que en lugar de poner tantas trabas, nos haga más fácil disfrutar los años de vida que nos tocan en esta tierra, siempre demasiado pocos para malgastarlos en sufrimiento que pueda ser evitado…
Y si es evidente que las personas corrientes nos veamos favorecidas por unos servicios públicos excelentes, por una protección social eficaz y por unas condiciones laborales óptimas, quiero recordar algo que no es tan evidente, pero que es igual de cierto: de un estado social avanzado también se benefician los más ricos, aunque se puedan permitir clínicas y colegios privados. Porque la concordia social es la mejor garantía del orden. Los ricos podrán disfrutar de su riqueza y de su suerte sin miedo a la delincuencia y sin necesidad de vivir protegidos por cámaras, alarmas, vallas y agentes de seguridad privados cuando toda la ciudadanía tenga cubiertas sus necesidades básicas.
Y todo esto va a ser así porque vivimos un tiempo extraordinario de transformación social, un cambio de época, donde el viejo orden patriarcal, basado en los privilegios de las minorías privilegiadas, va a acabar desapareciendo. Un cambio de época que alumbrará gobiernos para la gente, vidas dignas y felices para toda la ciudadanía.
Y sí, lo sé, los cambios de época son complicados y convulsos. Soy consciente de que vivimos tiempos difíciles, de muchos roces y tensiones, porque coexisten ideas, personas y estructuras del viejo sistema, con ideas, personas y estructuras de todo lo nuevo que está surgiendo. Y a veces parece que damos dos pasos adelante, y uno hacia atrás. Son tiempos complejos … pero a la vez… son tiempos cargados de ilusión y de esperanza porque sabemos que lo nuevo acabará triunfando.
Estamos en plena campaña electoral, y yo soy candidata de Sumar. Pero hoy no he escrito este artículo para pedirte el voto para Yolanda Díaz. Solo quiero transmitirte - y ojalá contagiarte - mi alegría y mi optimismo respecto al futuro de nuestro maravilloso país.
*Candidata de Sumar.