Cuando la euforia se había apoderado del país entero con la victoria de la selección española de fútbol femenino en el mundial de Sídney, caímos en la cuenta de que en el fútbol, hay machismo. ¡Vaya por Dios! El combinado nacional de féminas nos enorgullece desde el punto de vista deportivo, pero el presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, nos avergüenza e indigna a partes iguales, comportándose de forma inapropiada e indecorosa en público.
Lo de besar en la boca a Jenni Hermoso no tiene un pase. Y lo de llamar «gilipollas» y «tontos del culo» a todos aquellos que se han sentido ofendidos por su «inaceptable» comportamiento, como lo ha calificado el ministro de Cultura y Deporte, Miquel Iceta, quien ha pedido a Rubiales que dé explicaciones y presente sus excusas, es de roja directa. Pero no pasará nada, porque no es el primer escándalo en el que este sujeto se ve envuelto y ahí sigue. ¿A nadie le extraña que el seleccionador nacional del equipo campeón del mundo de fútbol femenino sea un hombre? ¿Acaso no había ninguna mujer con la capacidad necesaria para desarrollar ese papel? El mensaje que se transmite es radicalmente negativo, como si se dijera que al frente del combinado nacional femenino debe haber un señor, porque de lo contrario, no se cumplirían los objetivos. Y todo el trabajo que se ha hecho por la igualdad real entre deportistas hombres y deportistas mujeres, se va por el sumidero, en especial cuando el seleccionador, Jorge Vilda, se refiere al equipo de féminas en masculino, sólo porque él lo dirige. No se puede ser más ridículo. Y machista. La Junta Directiva de la RFEF está compuesta por 43 personas. Sólo siete son mujeres, el 16 %. Pero el Gobierno obligará a las empresas del Ibex a contar con un 40 % de consejeras para el año que viene. ¿Por qué no empezamos por las federaciones deportivas?