Esto de rasgarse las vestiduras porque en alguna cabalgata pinten de negro betún al rey Baltasar es otro perverso ejemplo de cómo una panda de puritanos (nada tienen que ver con la pureza) pretenden dictarnos cómo pensar, castrar la imaginación, limitar el juego de la vida para despeñarnos en su pesadilla políticamente correcta, con cultura de revista y onanismo cibernético libre de contagio vital. La suya es una vida profiláctica que nada tiene que ver con la mágica realidad.
La portentosa Lía Randich, tabaquera excepcional, me ilustra que ya en Cuba en el teatro vernáculo se representaba un Belén animado con el gallego, la mulata y un negro pintado de más negro todavía. ¿Es eso racismo, como grita tanto mentecato? Hoy los nuevos inquisidores de la corrección política prohibirían a Carpentier, a Lorca, a Lope, a Gabo…para subvencionar un nuevo pesebre de plumillas con mensaje de rebaño anestesiado, tan aburridos que matan la aventura gozosa del arte.
En su histerismo criticón me recuerdan a Repelús Sánchez, único dirigente del mundo libre que denuncia a los que golpearon una piñata (¡Riau-Riau!) como si fuera un ayatolá indignado por la quema de un Corán.
Estamos llegando a unas cotas de estupidez tan preocupantes como ridículas, con una nueva censura que pretende castrar la espontaneidad del genio, aniquilar el humor, cambiar el vocabulario, dictar el más bajo denominador común donde todas y todos sean iguales en su mediocridad y se aburran hasta la eutanasia.
Para olvidar a los peligrosos cabestros puritanos preparo una copa que es antídoto contra la seca locura. Y brindo por el Niño a quien los Reyes Magos adoran, vinieran de Tartessos, Africa u Oriente. El mensaje de alegría, gozo y bondad ilumina el corazón de los que se atreven a vivir plenamente.