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Había una vez

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Los que hicieron EGB recordarán la famosa canción interpretada por Miliki, el payaso más emblemático de la televisión, que, junto a Gaby, Fofó y Fofito, homenajeaba a la tradición circense como medio de alegría y felicidad, a pesar de los desafíos y cambios constantes a los que se enfrenta esta noble actividad. El tema Había una vez un circo sirvió también para dar título a la película de entretenimiento para toda la familia que, en 1972, dirigió Enrique Carreras y protagonizó esta mítica familia de payasos. Y es que, como suele decirse de forma acertada, la vida es un circo. De hecho, la expresión Al pueblo, pan y circo, del latín panem et circenses, recogida en la Sátira X del poeta latino Juvenal en la antigua Roma, se popularizó como forma de referirse a la práctica de un gobierno de distraer a la ciudadanía para eludir asuntos de mayor calado social, económico o político. Algo así como, en términos patrios, Pan y Toros. Vamos, entretenimientos varios para propiciar la alienación del pueblo despojándolo de su espíritu crítico, dando a la vez una falsa apariencia de generosidad del gobernante. Tenía razón Obélix cuando decía aquello de «están locos estos romanos».
Pero, lo que ocurrió la pasada festividad de San Ciriaco en las calles de Barcelona, el propio Juvenal lo habría calificado, más bien, como Pantomima y Circo. Ese día, un prófugo de la justicia española, huido del país casi siete años y perseguido incansablemente por los tribunales españoles, sobre el que pesa una orden de detención nacional vigente como autor de un grave delito de malversación, por el que se prevé una condena de hasta doce años de privación de libertad, y que había anunciado que reaparecería en las calles de la ciudad condal en una fecha concreta, hizo la típica visita del médico o como en el chiste del mago. Llegó como si del Cid Campeador se tratara, pretendiendo asustar a todas las huestes enemigas por el mero hecho de su intimidante presencia. Estuvo el tiempo imprescindible para hablar de su libro, como espetó Paco Umbral a Mercedes Milá en aquella famosa entrevista, y se esfumó de forma tan sorprendente como cuando David Copperfield hacía desparecer todo un edificio con un simple truco de magia. Vamos, que se marcó un Alex y Cristina en toda regla cantando aquello de «cuando crees que me ves cruzo la pared. Hago chas y aparezco a tu lado. Quieres ir tras de mí, pobrecito de ti. No me puedes atrapar».
Una cosa hay que reconocerle. No pudo elegir mejor lugar para su actuación circense. El prófugo apareció junto al Arco del Triunfo de Barcelona, mismo lugar, utilizando la típica expresión castiza, por el que se ha pasado al Estado español y a sus instituciones democráticas más representativas. Desde el Rey, al que vaciló con su famoso «Així no, Majestat», pasando por el Tribunal Constitucional, que declaró nula e inconstitucional, por unanimidad, la Ley del Referéndum y que, a pesar de ello, tuvo lugar, y acabando por la justicia ordinaria, de la que se abstrajo huyendo en un maletero, como lo que es, para no responder de sus actos como sí hicieron algunos de sus compañeros de fatigas. Muy cerquita, mientras tanto, tenía lugar la investidura como Presidente de Salvador Illa, recordemos, a cambio de una nueva concesión fuera de todo patriotismo, ética y solidaridad, similar a la ya conocida Ley de Amnistía, que sirvió como canje de siete votos para aferrarse a la poltrona. Ya ven, como en el dicho, cada rey en su trono, y cada payaso en su circo.
La vergüenza para el Estado es insufrible. Otro esperpento más para una nación que ya ha visto como tuvo lugar un referéndum ilegal, una pseudo declaración de independencia efímera y la persecución de un delincuente por toda Europa durante años, con la complacencia de nuestros socios comunitarios, digna de la película Atrápame si puedes protagonizada por Leonardo DiCaprio. Pero a ver, ¿quién se cree que todo esto ha ocurrido sin conocimiento ni consentimiento alguno de la superioridad? ¿Cómo es posible que un prófugo anuncie su llegada, lo estén esperando miles de seguidores, haya un espacio público cortado, con un escenario montado y con cámaras de televisión retransmitiéndolo, y no sea posible su detención? ¿Cómo puede ser que a quién se ha perseguido incesantemente en Bélgica, Alemania e Italia no sea detenido en pleno centro de Barcelona, cuando irrumpió a escasos metros de un Parlamento fuertemente protegido con trescientos agentes? Y, lo más importante, ¿Dónde están los responsables públicos asumiendo este tremendo despropósito? ¿Cómo puede ser que haya ocurrido gracias a la colaboración de los Mossos d'Escuadra que, precisamente, deben hacer cumplir las resoluciones judiciales? Eso sí, lo que es de tebeo de Mortadelo y Puigdemont es el contenido del informe de los Mossos afirmando que «Corrimos por la acera y lo perdimos cuando el semáforo se puso en verde». Qué gran monólogo habría hecho Gila con esto.
Pues nada, que aquí no ha pasado nada y que ya se ha vuelto a descansar a Waterloo, lugar en que se le acabó la suerte al infame Bonaparte y sirvió de inspiración musical a Abba. Nadie parece recordar ya que, durante aquellos días que ahora parecen lejanos, el orden público en Cataluña estuvo fuera de control, con graves disturbios que causaron daños personales y materiales. Que la convivencia de la ciudadanía fue insufrible. Que miles de empresas tuvieron que trasladar sus domicilios sociales fuera de Cataluña. Que muchos ahorradores sacaron su dinero de bancos catalanes ante el temor de perderlo. Que tuvo que aplicarse la excepcionalísima medida prevista por el artículo 155 de nuestra Constitución, y que el Rey tuvo que intervenir, sin ser noche buena, como cuando su padre intervino un 23 de febrero de 1981, para llamar a asegurar el orden constitucional, la vigencia del Estado de Derecho y el autogobierno de Cataluña. Con todo esto, más bien, como cantaba Def Con Dos, «poco pan y pésimo circo».
No sabemos cómo seguirá esta historia ni cuando acabará este sainete, aunque el prófugo ya ha adelantado que «el procés no ha acabado». En eso tiene razón, porque recuerden que, como dice la cita, el circo continúa mientras haya quien aplauda a los payasos. Lo vemos a diario con intervenciones como las de Miriam Nogueras en el Congreso, Eduardo Pujol desde el Senado o las de los ministros Bolaños y Puentes refiriéndose a que el Tribunal Constitucional lo solucionará todo, al parecer, de la misma manera que lo de los ERES de Andalucía. La cosa se ha desbocado tanto que hasta hemos podido leer, en este mismo medio, las consideraciones de un profesor de instituto sobre una cuestión tan específica del poder legislativo como la denominación de una determinada comunidad autónoma, sustituyendo la oficial de Comunitat Valenciana recogida en su Estatuto de Autonomía, aprobado por el Parlamento mediante Ley Orgánica en 1982, por la de País Valencià. Esto debe ser ya de segundo de democracia. Pues así con todo. Ya ven que, efectivamente, la vida es como un circo… ¡Disfruten del espectáculo!

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