Hace unos días, celebrábamos la fiesta de la Santísima Virgen bajo la advocación del Pilar. La misión maternal de la Virgen empuja al pueblo de Dios a dirigirse con filial confianza a aquella que está siempre dispuesta a acoger sus peticiones con afecto de madre. Los cristianos la invocan desde antiguo como consoladora de los afligidos, salud de los enfermos, refugio de pecadores, para obtener consuelo en la tribulación, alivio en la enfermedad y fuerza liberadora de la esclavitud del pecado.
Según una piadosa y antigua tradición, ya desde los albores de su conversión, los primitivos cristianos levantaron una ermita en honor de la Virgen María a las orillas del Ebro en la ciudad de Zaragoza. La primitiva y pequeña capilla, con el correr de los siglos, se ha convertido hoy en una basílica grandiosa que acoge a innumerables fieles que de todas las partes del mundo viene a rezar a la Virgen y a venerar su Pilar.
La advocación de nuestra Señora del Pilar ha sido objeto de un especial culto por parte de los españoles. Es muy difícil poder encontrar en el amplio territorio patrio un pueblo que no guarde con amor la pequeña imagen sobre la santa columna. También es venerada como Patrona de Aragón y, como Patrona de la Guardia Civil. Asimismo, el 12 de octubre, los países de Hispanoamérica celebran el descubrimiento del continente americano, que coincide con el día de la Virgen del Pilar.
La Basílica del Pilar está abierta durante todo el día, ya que jamás faltan fieles que acuden en busca de reconciliación, gracia y diálogo con Dios. Celebremos a María, en su advocación del Pilar y adoremos a su Hijo, Cristo, El Señor.