Uno suele pensar que no merece las cosas malas que le pasan. Pregunta a Dios, al destino, al tarot o a los zumbados de Instagram por qué. En contadas ocasiones, reflexionas y te das cuenta de que sí, que lo que te ha pasado es más que merecido y que, si hubieras actuado de otro modo, te hubieras ahorrado el bofetón. O al menos no te hubiera dolido tanto.
En lo social, es habitual que muchos digan que los ciudadanos no nos merecemos a esta clase política que tenemos. Como si no fueran de los nuestros. Como si se tratara de un algo que surge por generación espontánea y que, de repente, ocupa los despachos desde los cuales se dirigen nuestras vidas en demasiados aspectos.
Nos reímos, yo la primera, de Ábalos y su contenedor de putas destrozando una habitación del Parador de Teruel mientras en Ibiza la empresa pública que gestiona esos hoteles nos vacila con la apertura del nuestro. ¡Ídolo! Nos meamos de la risa con los viajes del Falcon a la República Dominicana porque, oye, a esa isla solo se puede ir a lo que se puede ir. También nos hemos reído mucho de esa foto de Feijóo en el yate de un narco. Por no hablar de los días de gloria que nos han dado Isabel Díaz Ayuso, MAR, Puigdemont y Macarena Olona. Un descojone total.
Pero, miren, a todos esos sujetos y a los miles parecidos que por desgracia pululan por la política los hemos elegido nosotros. Como a esa Estela Terrer que, con un par, utiliza el programa público Rutas Saludables para captar votos para el PSOE. Sin escrúpulos de ningún tipo porque, en serio, usar a los vulnerables para que te voten es vomitivo. Y me da igual quienes lo hagan y cómo lo hagan. Cada día tengo más claro que sí, que la mayoría se merece esta mierda. Y mientras los contenedores de basura sigan intactos, no cambiaré de opinión.
És cert que molts dels casos que es mencionen impliquen figures de l’esquerra i han de ser investigats i jutjats com cal. La corrupció, però, no és patrimoni exclusiu d’un únic sector polític. També hi ha hagut, i hi ha, casos greus que afecten la dreta. Assenyalar només una banda del ventall ideològic és simplificar una realitat molt més complexa i contribueix a una narrativa parcial. La lluita contra la corrupció hauria de ser un compromís transversal, exigible a tots els partits i representants públics, sigui quin sigui el seu color polític.