En lo que va de año han llegado dos mil desesperados en patera a Baleares. Eso son fuentes oficiales, por supuesto son muchos más, por no hablar de los que perdieron la vida en el cementerio marino soñando con El Dorado europeo. Tal vez no dan para llenar el aforo del antiguo KU, ahora UNVRS, que anoche abrió su caja para éxtasis del rebaño electrónico, pero demuestran que hay una ruta consolidada desde Argelia, –como siempre la hubo— con el cambio de que se ha pasado de contrabandear tabaco a carne humana.
Por supuesto que es una ruta que bakalao Marlaska no reconoce, pero este gobierno de pesadilla no reconoce nada. Ni siquiera sus propias promesas, tampoco cuando les pillan con las manos en la masa, pasta o carne trémula. Sus explicaciones –cuando se dignan a darlas ¡Ah la transparencia! ¡Ah, la decencia!— son un ejercicio paranoico que niega la realidad, mentiras desplegadas en malabarismo dialéctico donde no se admiten preguntas.
En el gobierno de Repelús Sánchez la sensación es de sálvese quién pueda, pero aguantarán hasta que les echen. Lo que siempre pasa con los que aspiran a mandar sobre la vida de los otros, dictadores de pacotilla que se creen imprescindibles para mostrarnos cómo vivir, becerritos de oro a los que aspiran las nuevas generaciones políticas («las mejor preparadas de la Historia», balan con sus tesis fake y culto a un Gordon Gekko travestido de sindicalista) en el formidable saqueo mafioso-picaresco, prohibiciones e impuestos récord, malgastando por nosotros «el dinero público que no es de nadie» y queriendo anular todo control, venga de la amenazada UCO o la agonizante independencia judicial. Algo natural, si el único socialista de peso que reconocen –porque los apoya— es hoy consejero lamebotas del dictador Maduro.