El tsunami de la calma chicha

Estos días el mar está en calma chicha. Van a llegar muchísimas pateras». Esto me lo dijeron el lunes. El martes ya habían llegado 100 magrebíes a Ibiza y Formentera y hoy miércoles (esto lo escribí ayer) me siento a trabajar con la nota de la Guardia Civil de las llegadas durante la noche: a las 12h, 22 personas a Formentera; entre las 2 y las 3 de la madrugada interceptan a 42 en la Platja de Migjorn; a las 3 de la madrugada, 18 interceptados a 8 millas al sur de Formentera y 17 en la Isla de las Ratas; a las 3 de la madrugada, 3 magrebíes llegan a la Playa de s’Arenal de Llucmajor; a las 4:40h, 6 más a S’Estanyol; a las 5 de la mañana, 15 más a 4 millas al sur de Cabrera y otras 15 personas a 6 millas de Cabrera media hora más tarde. Mientras leo la nota de la Guardia Civil, entra el Jefe Técnico de TEF y me enseña un video que ha grabado él mismo hace unas horas. Una persona de origen magrebí en el parking del Hipercentro de Sant Josep fuerza un coche con un cuchillo de grandes dimensiones para robar a plena luz del día una mochila de su interior. Y rápidamente me viene a la cabeza «no se puede vincular la inmigración con la delincuencia». Es verdad, no siempre. Pero tampoco podemos caer en el buenismo de este axioma. Lo que está pasando en nuestro país es la consecuencia de una nefasta, por no decir nula, política de migración que busque realmente equilibrar la seguridad nacional, los problemas sociales y todas las diferencias culturales. Y, por supuesto, que no resienta nuestra economía. Falta diplomacia internacional y abunda una dejadez casi punible de no querer analizar la raíz del problema. Esto ya no va de colores políticos, ni tampoco va de racismo que es lo que les han hecho creer a un puñado de estúpidos anestesiados.    Si el Consell de Formentera destina el 80% de su presupuesto a mantener a ciudadanos de otros países, tenemos un problema insostenible y la desesperación de una sociedad que se desangra por un constante saqueo de nuestros recursos.